Vuelven los gritos y cuchillos afilados a uno de los programas estrella de la Sexta, Pesadilla en la cocina. Después de más de dos años desde su última entrega, la cadena vuelve a confiar el prime time al formato presentado por Alberto Chicote.

“Esta temporada ha sido muy especial por muchos motivos. Tuvimos que esperar porque no valía la pena hacer el programa con mascarilla. Así que teníamos muchos nervios”, explicó el chef madrileño, de 53 años, que aprovecha una vez más para reivindicar el sacrificado trabajo de la hostelería: “Muchísimos restaurantes han desaparecido. Este es un sector al que se le ha agradecido muy poco lo que ha hecho por los españoles, y me da muchísima rabia. La gente del sector ha hecho un trabajo enorme durante la pandemia y si no hubiera sido así otro gallo hubiera cantado”.

En esta octava temporada, que no ha anunciado todavía la fecha de estreno, los espectadores serán testigos de nuevo de cómo Chicote tendrá que lidiar con la nefasta organización en muchos de los restaurantes, con el terrible carácter de algunos hosteleros y con platos de dudosa calidad y fatídica ejecución. Tampoco faltará la ya habitual grasa mugrienta, las cucarachas que campan a sus anchas y una largo etcétera. Alberto Chicote hará acopio de paciencia con dueños, camareros y cocineros hostiles, desorientados y desbordados por unas deudas que pueden obligarles a cerrar.

Chicote hará una parada en el Camino de Santiago para intentar darle un giro completo al rumbo de un hotel-restaurante, un negocio que no funciona como debería por un jefe obsesionado con tenerlo todo bajo control y al que la tozudez le ha costado su matrimonio. El programa intentará salvar de la ruina a una taberna andaluza regentada desde hace más de 40 años por dos mellizos, cuya situación económica les impide jubilarse y con un cocinero explosivo que se encarará en varias ocasiones con el chef.