A sus 21 años, Jenna Ortega es una de las actrices más prometedoras de su generación. Aunque parte del público la descubrió como la macabra Miércoles de Tim Burton en la exitosa serie de Netflix, la intérprete estadounidense de ascendencia latina ya tenía para entonces un extenso currículum. Ahora la actriz aprovecha su experiencia en la industria para publicar un libro de autoayuda, Todo es amor: reflexiones para tu corazón y alma (Kitsune Books), y estas son sus principales confesiones:

E Reza cada día. “Cuando era más joven, mi madre nos animaba a mis hermanos [tiene cinco] y a mí a rezar cada noche. Se convirtió en parte de mi rutina diaria”, narra Ortega, que afirma que su fe la ayuda en sus momentos de tensión.

E Los celos en Hollywood. Los ha sufrido por parte de una compañera, de la que no da el nombre en el libro, aunque explica que “es una actriz de Hollywood, exitosa, poderosa, con experiencia”. “Nunca la había visto y, sin embargo, la tenía tomada conmigo”, narra.

E Bullying. Cuando era pequeña, la acosaban porque soñaba con ser actriz., y también se metían con ella por su físico. “Tardé un poco en desarrollarme, así que los niños me llamaban “tabla” porque tenía el pecho plano”, recuerda.

E La barrera racial. A Ortega le marcó la poca diversidad que veía en la pantalla cuando era niña. “Podía contar el número de actores latinos famosos con los dedos de una mano. No ver gente que se pareciera a mí o con la pudiera identificarme en la televisión era duro y desalentador”. “Hay menos papeles escritos para actrices como yo, y tengo que ganarme los que no están necesariamente pensados para mí”, indica.

E La depresión. Al principio le costó acudir a un terapeuta porque no quería ser “melodramática”. “Una noche estaba tumbada sola en la cama, llorando sin motivo alguno. Cogí mi diario para ver lo que había escrito durante el último año. Al releer mis entradas, vi lo desgarradoramente tristes que eran. Fue una llamada de atención”, recuerda.