. l verano coruñés tiene la sorpresa intermitente de la lluvia, que anula la puntualidad, pero no impide que el salitre y la humanidad invadan el ambiente? En plena ciudad, Riazor, convertida en playa-abanico, remansa al Atlántico, que nos sigue alumbrando mil rutas invisibles. Mientras España se achicharra, en La Coruña el mar se presenta libre para el baño y la belleza. Nada se repite, nada se combina en nuestro litoral y, no obstante, todo es armonioso. Hay una atmósfera de cordialidad rebosante, que nos invita a ser menos combativos. El secreto está en el paisaje, que otorga un misterioso consuelo. Es la época del tinto de verano, de la clarita, de la sandía fría y del coco, creación esta de la Naturaleza perfectamente feliz. Con su pelambrera y refocilación de cisterna, el coco es un ejemplo de hermetismo. Hay seres humanos que viven como cocos cerrados. No debiera ser así, porque el hombre tiene un deber social que cumplir y ha de lograr la superarmonía pública. El mal se hace más notorio cuando afecta a la clase política. Y los hay con el coco tan cerrado que tratan de imponer su tesis. ¿A quién se le ocurre poner un candado en la boca del gerente de Turismo, que debiera tenerla siempre abierta en funciones promocionales? El cerrajero municipal, según nos informan, ha sido el vicealcalde Tello, personaje con muchos problemas para vivir en democracias. Se ve que, en agosto, se prodigan los entretenimientos abstractos de nuestros munícipes. Agosto también ha sido el mes del fracaso de la burocracia sindical, con los sucesos del metal en Vigo y el ERE de Caramelo. La CIG perdió el rumbo, como aquellos antecesores socialistas que espetaban a Donoso Cortés: "Jesucristo ha sido el primer revolucionario". "Sí -respondió Donoso- pero no derramó más sangre que la suya". Ha sido también el mes de tópicos sostenibles, de sintagmas que no significaban nada, de una vacuidad enorme. El presidente de la Federación Catalana de Fútbol propone jugar al balompié "en catalán", algo así como dormir apresuradamente. Pero lo metafísico corre a cargo de la concejala nacionalista Ermitas Valencia: "En las bibliotecas municipales está todo en gallego, pero no se discrimina al castellano". Todo en el vacío, en el aire, como el fugitivo globo de Betanzos que anunció las fiestas de San Roque y la romería a Los Caneiros. Las romerías gallegas, siempre a la vera religiosa, evidencian cómo el hombre gallego no sabe convivir con el vacío; siempre busca referencias trascendentes.

Los conciertos de la Orquesta Sinfónica de Galicia otorgaron jerarquía a las fiestas de María Pita. Otro tanto a favor del concejal González Garcés. La OSG, bajo la dirección de Víctor Pablo, abarrotó nuestra principal ágora y desmintió la teoría elitista que le endiñaba la edil de Cultura, a la que le van mejor los montaraces aturuxos.