. l miedo es libre, y por eso nada puede recriminarse a los que sienten un pánico atroz a la velocidad y a todo lo que se relaciona con los automóviles. Mas también hay que pedir igual comprensión con aquéllos que admiran los coches y disfrutan -yo me incluyo- conduciendo, y cuanto más variado sea el recorrido, mejor. Por eso me divirtió y entendí en todo su sentido la recomendación que dijo a mi cuñada el frutero que les surte en la ciudad castellana en que viven, sabedor del horror de mi cuñada al auto, tras ver casualmente a mi hermano mayor al volante del coche: "¡Déjele usted conducir" -dijo el avispado tendero a mi cuñada-, "porque su marido tenía una cara de felicidad!" Me acordé del chiste del paciente aquel que ante los consejos del médico para que en adelante se abstuviese del tabaco, de los licores, de las comidas copiosas, etc., y ante la pregunta de si haciendo todo eso así viviría más tiempo el galeno le respondió: "Mucho más tiempo quizás no, pero se le va a hacer más mucho más largo". Si con toda razón buscamos un Estado del bienestar en las sociedades modernas que se preocupe por la mejor atención de todos los ciudadanos, más obligados estamos a procurar ese bienestar, esa paz y felicidad -podríamos hablar de un desarrollo humano sostenible- a los que nos rodean, a los que tenemos más próximos, a nuestras familias, compañeros de trabajo, vecinos, etc.