Sobre el ajuste está todo dicho. Sólo insistir en la necesidad de compartir el esfuerzo. Empleados públicos y pensionistas pagarán como han pagado los millones de parados y quienes conservan el empleo reduciendo su salario en la construcción, los servicios y la industria. Queda por ver cómo pagan las rentas altas, las altas de verdad, las de profesionales, empresarios y directivos que multiplican varias veces los sueldos de los funcionarios de nivel superior. Hay que reforzar la lucha contra el fraude fiscal. Sólo compartiendo el esfuerzo se aceptarán las medidas anunciadas y las que vendrán. Desde el copago sanitario y la supresión de ministerios, asesores, subvenciones y organismos en todas las administraciones hasta la subida y recuperación de impuestos. Se acabaron los fuegos artificiales que durante décadas ha pagado Europa. Estamos de acuerdo, creo, la inmensa mayoría. No podemos seguir haciéndonos trampas aunque sólo sea por la sencilla, amoral y contundente razón de que ya no nos dejan.

Todo esto debe tener consecuencias políticas. No sólo por la exigencia democrática de pedirle cuentas a quien por presidir el gobierno es el responsable de habernos conducido a un pozo, sino por su incapacidad para sacarnos de él. Zapatero ha rectificado, sí, pero sin entender por qué ha tenido que hacerlo. Algunos socialistas le atribuyen temple, valentía y determinación por lo del ajuste. Humor negro. La rectificación se la han impuesto y ha sido improvisada, como tantas otras. Alguien ha dicho que Zapatero se hizo mayor el miércoles al descubrir que la economía condiciona la política. No lo creo. El presidente pasó un mal rato, sí, por las críticas de la izquierda, pero pronto sonreirá a las cámaras. A Méndez y Toxo, que no son el problema sino significados portavoces de los apuros de la gente, les dijo lo que hay y, a partir de ese momento, Zapatero se desentiende. No se ve responsable. Las reclamaciones a la UE, a los mercados y al PP, claro. Y por las posibles huelgas, a Méndez y Toxo. Es la ley del superviviente, mantenerse como sea. La que mejor entiende.

Zapatero es el problema porque no entiende que, como ha dicho Campa, secretario de Estado de Economía, la situación es dramática; como no entendió a la sociedad española y cree que sobra la mitad que vota al PP. Como no ha entendido el Estado y sigue defendiendo la corrección del Estatut aún después de conocerse oficiosamente el fallo del TC. No entiende la importancia de las instituciones, ni el alcance de lo que ha provocado en la política catalana por mantenerse a cualquier precio. Si ha leído este lunes en la Vanguardia la opinión del exvicepresidente del TC, Viver Pi-Sunyer, sabrá como está el patio. Sí, Zapatero es el problema y el PSOE quien ha de buscar la solución. Si no lo hace, la iniciativa debería ser de Rajoy y Durán. Criticaron con acierto a Zapatero, hicieron propuestas de interés y rechazaron la congelación de pensiones porque ambos pertenecen a la potente familia democristiana y social europea que asume el Estado social. Sólo deben cuidarse de los ultraliberales que lo arrasarían todo: funcionarios, impuestos, gasto social, pensiones, emigración, sindicatos, autonomías, sanidad pública. Entusiastas del mercado que niegan que la crisis tuvo mucho que ver con la ineficacia de los necesarios controles estatales y que silencian, con todo descaro, que el dinero público les ha sacado las castañas del fuego.

Si PP y CiU no se deciden, los electores deberían tomar la palabra. Si eso sucede y el PSOE repite candidato, muchos votantes quedarán en casa o, por qué no, votarán a Rajoy. A alguien con sentido de la realidad.