La crisis ha impuesto que la gente eche cuentas. Los pensionistas, para saber qué recortarán si no hay revalorización (y gracias que no han eliminado, por ahora, las dos pagas extras). Los funcionarios, para cómo llegar a final de mes con un 5% menos en su retribución. Otros pasan del menú y para comer recurren al bocata. Tristemente esto último ya viene de lejos tal como me confirmó Antonio cuando me advirtió que no hurgase debajo de la barra de la cervecería, que no estaban los periódicos, porque los retiran durante las horas del almuerzo para que los comensales no se pasen horas leyéndolos sin dejar mesa libre. Astuta medida, pensé; cada cual observa el comportamiento humano y actúa según sus intereses. Metidos como estábamos en el tema de comensales le pregunté si habían notado la crisis, porque su establecimiento está próximo a un polígono industrial: "De 180 comidas diarias que servíamos, ahora estamos por las 100-110; y con los recortes... ¡vete tú a saber!". La conversación era a intervalos según le permitía la atención que dispensaba a otros clientes como yo acodados en la barra del bar, así que me dio tiempo para hacer la regla de tres y saber que alrededor del 40% de los menestrales que acudían pasa ahora del comedor. "Y ésos ¿cómo aguantan?". "Con un bocata que traen de casa. O aquí, pero sin el menú completo sino a fuerza de medias raciones", me dice mi informador. Es decir, con algo de hambre.