Los de mi quinta recordarán aquella tertulia, La Clave, que dirigía Balbín y que durante la transición enseñó que era posible sentar a los opuestos a charlar unas horas de asuntos públicos con educación y provecho para el espectador. Otros tiempos mejores que los actuales, dicho sea por la de Balbín y por otras tertulias en las radios de toda España. Antiguo seguidor del género, hoy me cansan porque andan sobradas de ruidos, prisas, contertulios ubicuos, impertinencias, ocurrencias y dogmatismos. Son de escasa utilidad. En las más ultraliberales hay un monólogo colectivo siempre en la consabida dirección antiestatal, antiautonómica, antisindical que vaticina el inmediato desastre nacional que, por veces, parece que desean. Más que con Rajoy están con el Aznar de ahora, el que dice lo que dice porque ni está en política ni piensa volver.

Los tertulianos progubernamentales andan desconcertados, decepcionados algunos. Hasta el tijeretazo del miércoles todo era coser y cantar porque los buenos y los malos siempre han sido los mismos. Contra Rajoy, Bush y Rouco vivían mejor estos tertulianos. Ahora, en cambio, han perdido pie por la izquierda. Méndez, Toxo, IU, los socios progresistas catalanes, funcionarios y pensionistas están que fuman en pipa con Zapatero; la luminaria global de la mañana da una de cal y otra de arena y le ha salido un público por la izquierda que no perdona; los economistas solventes que desempeñaron carteras socialistas, antaño o hace meses, no ocultan su rechazo a la errática dirección de Zapatero; el discurso pronuclear tiene partidarios ilustres en el PSOE de modo que ya las cosas no están ni mucho menos claras y a Garzón no lo rodea un juez del TOP franquista sino Varela, de Jueces para la Democracia, al que ahora apoyan doscientos juristas gallegos diciendo lo que otros dijimos hace semanas sin acompañamiento. Y para colmo de desdichas, los tertulianos han de hacer piña con Bono, y mañana, si el dedo de Zapatero lo quiere, con otro socialista acaudalado y católico que vuelve de la Santa Sede para defender al pueblo de los abusos del poder que pocos como él conocen. Es lógico que, con todo esto, anden desconcertados los tertulianos progubernamentales, hasta ayer seguros y sectarios. Están sin guía, aunque algunos más bravos no cejan: Rajoy no arrima el hombro ni da alternativas; la culpa es de los especuladores; en España con los ricos no hay quien pueda; ni con el fraude; Zapatero ha sido un valiente con el tijeretazo, por cierto, ¿no deberían contribuir los pensionistas que cobran el doble que un funcionario mileurista?, y además está muy triste por rascarnos el bolsillo. ¡Ah¡, y los magistrados del Tribunal Constitucional tienen la culpa de lo que pasa y pase en Cataluña. En fin que no queda otra que aguantar porque sin Zapatero no hay vida. Es lo que quieren que creamos.

Con un guión clarito, la izquierda domina la palabra. Los ministros comparecen en momentos escogidos en el Congreso, en las ruedas de prensa tras los Consejos o en entrevistas calculadas. Con eso y la legión de tertulianos sobra para ser hegemónicos. Pero desde el miércoles reina la confusión. En el gobierno y en Ferraz debería alguien solvente coger las riendas de la comunicación y renovar el guión. José Blanco lo intenta pero el sainete de esta semana a cuenta del impuesto a los ricos le ha arruinado su entrevista a doble página en la luminaria global y en La Noria. Su esfuerzo es meritorio y hay tertulianos que lo ven de sucesor. Si le quieren bien, ¡cuidado!, que Zapatero no perdona. Y si nos quieren bien a todos, no exageren, sugiéranle al PSOE otros nombres, que los tiene de sobra para sustituir al leonés. Sugiéranle, al menos, que el presidente deje trabajar en paz al Ministerio de Economía. Y a Rubalcaba, que lo está haciendo muy bien. Y que no le haga la selección a Del Bosque. Que viaje con la familia.

José Antonio Portero Molina Es Catedrático De Derecho Constitucional De La Universidad De A Coruña