Arousa está de nuevo presente en las informaciones de los periódicos por motivos vinculados al mundo de las drogas y sus devastadores efectos. Esta vez se está investigando la relación del consumo de lo que probablemente sea éxtasis líquido con una serie de abusos sexuales que habrían padecido algunas jóvenes de la zona. La perdiz se levantó con ocasión del ingreso en el Hospital del Salnés de cuatro mujeres en estado de coma en un breve período de tiempo, pero algunos datos apuntan a que la situación alcanza mayor envergadura, existiendo numerosos casos ocultos. Aún se ignora cuál es la concreta sustancia que ciertos desaprensivos vierten en las bebidas de las infortunadas muchachas sin que ellas lo adviertan, pero sí están claros sus efectos: euforia inicial seguida de postración, y a veces coma, situación que es entonces aprovechada para la comisión de abusos sexuales. El procedimiento es bien conocido por la policía y por la medicina forense. Se denomina "sumisión química" y es una de las formas más cobardes de delincuencia sexual, si es que en este ámbito de la criminalidad pueden hacerse tales distingos. Lamentablemente, no se trata de una leyenda urbana, sino de un fenómeno aún poco extendido por estas tierras, pero de incidencia creciente. De hecho, un estudio llevado a cabo por médicos del Hospital Clínico de Barcelona ha concluido que el 20% de las violaciones que se producen en España presentan indicios de haber sido cometidas después de que el agresor hubiera drogado a la víctima. Contiene además todos los ingredientes del crimen perfecto, pues la droga nubla la mente y no se recuerda nada (amnesia anterógrada), incluyendo el aspecto del agresor, el cual no resulta identificado por la percepción directa de la víctima. Las fuerzas quedan debilitadas y apenas hay capacidad de resistencia (se entra en un estado de suma docilidad). En ocasiones la única ayuda para dar con el culpable la proporcionan las pruebas de ADN. Aunque el uso de estas sustancias no es exclusivo de la criminalidad sexual, la frecuencia con que se asocia a los delitos de esta índole hace que sea conocido por el acrónimo anglosajón DFSA (Drug Facilitated Sexual Assault).

Precisamente en Galicia contamos con un cualificado equipo de expertos que investiga el tema de la sumisión química. Me refiero al Servicio de Toxicología Forense del Instituto de Medicina Legal de la Universidad de Santiago. En su artículo Sumisión química: antecedentes, situación actual y perspectivas. Protocolos de actuación para estudios multicéntricos, el profesor López-Rivadulla y otros miembros del mencionado equipo señalan cuáles son las sustancias más comúnmente utilizadas con los fines expuestos: alcohol, benzodiacepinas, ácido Gamma Hidroxi Butírico (GHB), opiáceos, cocaína, cannabis, LSD y zolpidem. Estos especialistas recomiendan la inclusión de un screening toxicológico en la investigación de los delitos sexuales para confirmar la presencia o ausencia de agentes químicos, anamnesis completa del caso y rápida toma de muestras de sangre, orina y pelo. Sin duda, sería algo muy deseable.

Países como EEUU y Francia poseen protocolos hospitalarios de actuación en esta clase de delitos que, además de aumentar la eficacia en la investigación del delito, evitan situaciones de victimización secundaria absolutamente intolerables respecto de las mujeres que han padecido uno de estos crueles episodios mediante comentarios del tipo "cuando se está tan borracha hay que escoger bien con quién se acuesta una" y otras lindezas por el estilo. Otra destacada investigadora del equipo compostelano, la doctora Angelines Cruz Landeira, advierte de cuál es el perfil de la víctima de estas acciones: una mujer joven, con una edad media de 30 años, que ha salido de noche y ya ha consumido algo de alcohol o incluso drogas con fines recreativos. Pese a no recordar nada, las víctimas sospechan que algo ha ocurrido, pues se despiertan en un lugar que no conocen, descubren que no llevan ropa interior, notan lesiones en sus órganos genitales o tienen recuerdos fugaces de lo sucedido durante esas horas.

Sin duda, es difícil prevenir estos episodios, que suelen darse en ambientes lúdicos y festivos que en principio inspiran confianza, pero no estaría de más tener siempre a la vista la copa que uno está consumiendo desde que es servida por el camarero hasta que se ingiere y también hacer caso de las mamás y de las abuelas cuando le espetan a una aquello de "ten cuidado de que no te echen nada en el vaso sin darte cuenta, que hay mucho sinvergüenza suelto". Una vez más parece que les asistía la razón.