En una conversación telefónica intervenida durante la investigación judicial de un caso relacionado con el negocio de la basura en Alicante, el constructor Enrique Ortíz, máximo accionista del Hércules y simpatizante del PP, reconoce haber sobornado a jugadores de equipos contrarios para facilitar el ascenso del club de fútbol local a Primera División. Uno de los sobornados fue, al parecer, el portero del Córdoba que recibió 100.000 euros por dejarse marcar cuatro goles. "En el primero de los goles -alardea Ortiz- se tiró para el otro lado. Fue la hostia". Según se deduce de la grabación intervenida, no fue el único intento, porque, con anterioridad, quiso comprar la voluntad de toda la plantilla cordobesa por 300.000 euros, pero, al negarse la mayoría de los jugadores, recurrió al portero, que es la apuesta más segura para garantizar un resultado favorable. Y lo mismo intentó, supuestamente, con el Salamanca . "Les ofrecimos 150.000 euros . No quisieron y les metimos también cuatro". Eso demuestra que el Hércules era un buen equipo y quizás no hubiera necesitado recurrir a maniobras fraudulentas para ascender por sus propios méritos. Pero llegado el tramo final de la competición, el señor Ortiz, que debe ser un hombre acostumbrado a sacar adelante sus proyectos a costa de lo que sea, prefirió recurrir al juego sucio. El periódico que reproduce el contenido de las conversaciones explica que el Hércules sufre una grave crisis financiera, arrastra deudas importantes con Hacienda y la Seguridad Social, y necesitaba subir de categoría para disponer de mayores ingresos. La pugna con el resto de los equipos que aspiraban a ocupar las tres plazas que dan lugar al ascenso resultó muy apretada y, al final, el Hércules ocupó la última de ellas empatado a puntos con el Betis, pero con una mejor diferencia de goles en los enfrentamientos directos. En opinión del juez, los hechos no constituyen figura de delito, pero si se da traslado a las autoridades deportivas , el club alicantino podría ser sancionado con el pase a Segunda B y habría que recomponer la clasificación tanto para el ascenso como para el descenso. Un lío monumental. La compra de partidos y la falsificación de las competiciones deportivas no son una novedad, tanto en este país como en otros. Cada año, cuando se inicia el tramo final de la Liga, surgen las sospechas sobre extrañas componendas y se habla en los medios de la circulación de maletines con dinero para comprar voluntades. Nunca se prueba nada pero la idea de que los resultados se amañan está muy extendida. En España, todavía no hubo evidencias de estas prácticas, pero en Italia, Francia, Austria y Ucrania, por poner algunos ejemplos, se dieron algunos escándalos sonados y varios jugadores, algunos internacionales, fueron castigados y suspendidos de actividad junto con directivos y árbitros. Alba Editorial publicó recientemente un libro del periodista canadiense Declan Hill, titulado Juego sucio. Fútbol y crimen organizado en el que se recogen multitud de detalles sobre la compra de partidos y sobre la manipulación de las apuestas en todo el mundo. Como en los buenos relatos de intriga, el libro comienza con el hallazgo de dos cadáveres, un joven estudiante chino y su novia, en un piso de la ciudad inglesa de Newcastle. Los dos cuerpos presentaban signos de haber sido torturados salvajemente. Avanzada la investigación, la policía descubrió que se trataba de un caso relacionado con la compra de partidos por una red mafiosa que controlaba las apuestas deportivas en Asia. Aquí todavía no hemos llegado al asesinato, pero todo se andará.