De aquí a mayo todavía pueden pasar muchas cosas, sobre todo en cuanto empiecen a confeccionarse las listas y aflore el cabreo de los excluidos. Sin embargo, todo parece indicar que en las municipales de 2010 habrá en Galicia menos candidaturas independientes o de pequeños partidos que en convocatorias anteriores. La gran mayoría de ellas, las de ámbito puramente local, eran escisiones del PP, que, sobre todo en el caso de la provincia de Pontevedra, consiguió que muchas de esas ovejas descarriadas volvieran al redil. En otros casos, se trata de gente sin militancia anterior, tentada por la política pero que no quiere saber nada de los grandes partidos y sus aparatos. Por último, están los náufragos que han sobrevivido a cien batallas partidistas y ahí siguen, dispuestos a dar guerra, para lo cual no dudan en fundar nuevas formaciones o a enfundarse en viejas siglas, sin importarle la incoherencia ideológica que hayan de arrostrar en su aventura.

Además, la escasez de recursos que padecen los ayuntamientos, unida a una normativa tan inquietante como la que responsabiliza personalmente de las deudas a los alcaldes y concejales, están disuadiendo a muchas personas que en otras circunstancias estarían dispuestas presentarse a las elecciones. Porque así las cosas, y encima sin el aliciente del ladrillo, la política local resulta un mal negocio.

Entre tanto, en cambio, asistimos a una nueva eclosión de varias fuerzas políticas decididas a ocupar el espacio de centro liberal, con o sin barniz galleguista. Tal es el caso de Converxencia XXI y el Centro Democrático y Liberal (CDI). Ambos se esfuerzan estos días por conseguir una mínima presencia mediática, que les dé carta de naturaleza ante una opinión pública, algo harto difícil llegar, no siendo por Internet, un canal, sin embargo, por ahora ajeno a una parte sustancial de su potencial clientela.

Converxencia XXI arranca fuerte. En octubre celebró su primer congreso, donde estableció sus bases programáticas. Se ubica en un galleguismo moderado, de nuevo cuño, y en el centrismo progresista. Su líder es Carlos Vázquez Padín. Se trata de un joven politólogo, MBA por la Escuela de Negocios de Caixanova, natural de Tui, hoy trabajador autónomo y que fue concejal de Bloque en su pueblo. En Converxencia dicen ser conscientes de que antes que ellos muchos otros fracasaron en el intento de encontrar un hueco en el arco político gallego. Argumentan que casi todas esas iniciativas fueron oportunistas o coyunturales. Su propuesta en cambio es más sólida y a largo plazo. Sin prisas.

El Centro Democrático y Liberal (CDL) se fundó en 2006. Es un partido de ámbito estatal, surgido de las cenizas del CDS de Suárez. Invoca sin empacho el ideario del inglés Nick Clegg. Apareció en la escena gallega en 2007. Entonces se alió con Terra Galega para participar en las municipales. Salió escaldado de la experiencia. Por eso ahora pretende presentarse en solitario allí donde le sea posible, aunque no a cualquier precio. José Palacín se llama su líder, que fue empezó suarista y acabó en el PP, de secretario del alcalde de Porriño José Manuel Barros, hasta que cayó del caballo y decidió volver a un remozado centrismo, que cree llamado a enriquecer el pobre panorama político gallego. Esa es la gran cuestión y al mismo tiempo una enorme paradoja. Parece haber una sensación general de que hacen falta más actores en nuestra escena política, sobre todo en la zona medular, en el centro, pero cuando se presentan el público les da la espalda o no aparece. No queremos caldo y sin embargo acabamos tragándonos dos tazas.

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