Se han cumplido los peores pronósticos y los socialistas han conseguido el peor resultado de su historia, quedando 10 puntos por debajo del PP, que ha conseguido una apabullante victoria (con una ventaja de unos dos millones cien mil votos sobre el PSOE) comparable con la mayoría absoluta obtenida por Aznar en el 2000. La debacle es tal que el partido que gobierna España sólo presidirá el gobierno autónomo de Extremadura, pactando con IU, además de Andalucía y el País Vasco, en donde no se celebraron elecciones autonómicas.

Es indudable que el mapa político español ha sufrido un cambio espectacular comparable a los inicios de la democracia, cuando la UCD de Adolfo Suárez lideró la transición democrática, pero no sólo por la derrota sin paliativos de las huestes socialistas en las comunidades autónomas, sino también por el barrido en las elecciones municipales, en donde los conservadores cosechan un triunfo, si cabe, más espectacular ya que han desbancado a los socialistas de prácticamente la totalidad de las ciudades de todo el territorio hispano, a excepción de Barcelona, que es de CiU; Lleida, que es del PSC; Girona y Tarragona, pendientes de pactos; así como Zaragoza; Pontevedra, del BNG; Vigo; Ourense y Lugo, que salvo sorpresas gobernará el PSdeG. En todo caso llaman poderosamente la atención dos realidades iguales en su forma y distintas en su contenido. De un lado, en Andalucía, nada menos que han conquistado la mayoría absoluta en las ocho capitales de provincia de aquella autonomía y de otro, mantienen y aumentan sus mayorías absolutas en Madrid. Pero lo que no resulta muy entendible es el caso del País Valenciano, una comunidad en donde la corrupción es el signo de identidad, en donde los imputados por supuestos delitos de prevaricación, tráfico de influencias y financiación ilegal del partidos son el santo y seña de las listas ganadoras, que aumentan sus escaños mientras la izquierda y progresistas retroceden; no es muy explicable, salvo que los trajes, picos, palas y azadones del caso Gürtel mantengan tantos estómagos agradecidos y calienten tantos traseros. En todo caso lo que pasa en aquella parte de nuestra geografía es una afrenta, un agravio para todos los demócratas.

Estas elecciones también han dejado otra lectura, que es: la irrupción con fuerza de la coalición de EA y Alternativa, llamada Bildu, que se ha convertido en la segunda fuerza política del País Vasco y la tercera en Navarra por delante del PSE y PP y con más concejales que el PNV. Esta nueva situación en Euskadi habrá que valorarla, habida cuenta de que si el desmarque y condena a ETA es real y verificable, a los partidos de corte nacional pocas perspectivas de gobierno les quedan.

Otra cuestión y que nos atañe directamente son los resultados en Galicia. La primera cuetión es que, como en el resto del Estado, el PP ha desarbolado al PSdeG pero menos de lo que los populares preveían. Cierto que han sacudido a los progresistas de Ferrol, base naval que se distingue porque en cada elección hay un nuevo alcalde y salvo milagros así seguirá; también de Compostela, en donde a partir de ahora se leerá Camino y se rezará el rosario en el salón de sesiones, cumpliendo, de tal forma, con normas opusneanas de obligado cumplimiento, y en A Coruña, por primera vez, gana el PP, con una candidatura de gente joven que tienen por delante un duro trabajo que deberán saber manejar con prudencia para no caer en la soberbia de su ajustada y recién alcanzada mayoría absoluta. La segunda cuestión es que Feijóo no puede presumir de haber copado el poder: de las siete grandes ciudades solo gobierna las tres antes citadas y las otras cuatro -también citadas anteriormente- y la Diputación de Lugo son de los socialistas de Galicia -mayoritariamente- en coalición con el BNG, por lo que se deduce que Galicia es, hoy por hoy, el último reducto del PSOE. Y la tercera apreciación electoral es la caída en picado de la UPG, les ha quedado el reducto de Pontevedra y las declaraciones de su candidato por A Coruña, que achaca su derrota a los electores ¡tiene delito! ¿Alguien ha forzado a los ciudadanos coruñeses para que votasen al PP o al PSdeG? Espero que el BNG se quite de encima la bota del nacionalismo radical y se dedique a defender los intereses de nuestra Nación gallega libre de mesianismos y fanatismos espurios que sólo conducen a declaraciones inútiles, falsas y vacías de contenido que perjudican a una mayoría de gallegos que creemos, defendemos y pensamos que Galicia, además de ser una Nación de hecho, precisa representantes que respeten y se hagan respetar. El tiempo de las bufonadas e a Noite de Pedra, é historia.

La reflexión del socialismo español tiene que ser pronta y clara y, entre otras cosas, no caer en la tentación de elecciones generales anticipadas y procurar que llegue la renovación con nuevos líderes, algo de lo que el partido carece, por ejemplo, en Galicia.

Termino felicitando a todos los ganadores, gobiernen por mayoría absoluta o por coalición, excepto a los del País Valenciano por su falta de ética política.