La filial alemana de Telefónica (empresa que fue propiedad del Estado español, en diversos porcentajes de su accionariado, antes de la definitiva privatización) ha despedido a la actriz Vanesa Hessler por los comentarios que hizo sobre Libia, al parecer muy alejados de las pautas del pensamiento dominante. La actriz, muy conocida como imagen de la compañía y por su papel de la princesa Irina en la película Asterix en los Juegos Olímpicos, había sido novia de Mutasin Gadafi, el hijo segundo de Muhamar el Gadafi, que fue asesinado recientemente junto con su padre después de la toma de Sirte por los llamados rebeldes, el bando que apoyaba la OTAN. Las imágenes de la captura de Mutasin, de 36 años, y del linchamiento de su padre, de 69, fueron exhibidas repetidamente por las televisiones de todo el mundo, y de forma especial en las de los países supuestamente más civilizados y más sensibles con el respeto a los derechos humanos. Luego, los rebeldes exhibieron sus cuerpos en el frigorífico de una carnicería y después les dieron sepultura en un lugar ignorado del desierto para evitar que su tumba se convirtiese en lugar de peregrinación (familiar, religiosa o turística). Ni a dos perros rabiosos se les daría ese trato. La joven actriz, seguramente muy impresionada por la muerte atroz del que fue su novio durante cuatro años, declaró al reportero de una revista que la familia de Mutasin era gente "muy sencilla". Hasta aquí, nada de lo que escandalizarse. Tratada en la intimidad, la mayoría de la gente poderosa suele comportarse de forma sencilla y hace cosas iguales o muy parecidas a las del resto de los humanos. Es decir, comen, duermen, ríen, lloran, y desalojan las vísceras, de forma muy natural y muy sencilla. ¿Qué distinta cosa podrían hacer? Las revistas del corazón son abundantes en personajes famosos que alardean de ser muy sencillos y llevar una vida no menos sencilla. Pero, el problema para Hessler vino cuando se atrevió a deslizar otras opiniones. "Nosotros (Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, España, etc.) hemos financiado a los rebeldes y la gente no sabe lo que han hecho. El pueblo libio no era especialmente pobre ni fanático. No hay que creer todo lo que se dice". Estas declaraciones fueron consideradas totalmente inaceptables por el portavoz de Telefónica en Alemania, y en consecuencia Hessler fue despedida. La reacción empresarial parece tan injusta como desproporcionada, además de hipócrita. Cualquiera que lea con alguna atención la prensa financiera sabe que Gadafi era un importante accionista de Telefónica y de Repsol. En la primera de las compañías tenía una inversión de 146 millones de euros, y en la segunda, de 63 millones. Cantidades estimables que seguramente le darían derecho a un trato privilegiado para la novia de su hijo sin que a ningún botarate se le ocurriera ponerlo en solfa sin ser despedido inmediatamente. Desconocemos lo que habrá sido de esas acciones aunque pudieran estar ya en manos de algunos de los rebeldes e incluso de sus aliados de la OTAN. En medio de las turbulencias financieras que padecemos, ya no te puedes fiar de nadie. Puestos a tomar represalias, Telefónica podría acordarse del señor Aznar. El expresidente del Gobierno, que dio el golpe definitivo a la privatización de Telefónica en beneficio de unos amigos del colegio, era a su vez muy amigo de Gadafi y criticó la intervención armada en Libia. Ya que no lo pueden despedir, que le corten el teléfono.