Al embrión humano, lógicamente, hay que tratarlo con mucho respeto porque es persona jurídica se reconozca por muchos, o por nadie, pues en cada embrión tenemos en inicio de un ser distinto de los que lo han engendrado, de las otras personas que lo han hecho posible. Cada óvulo fecundado es un anhelo de vida humana, y ante esa realidad, se reconozca o no vuelvo a repetir, la sociedad reacciona. Que aún hay científicos que lo niega o lo condiciona a circunstancias de viabilidad, mientras que otros defienden la plenitud del embrión, en eso no entro, porque mi valoración hoy es destacar que desde diferentes ópticas y posiciones ideológicas se está llegando a un reconocimiento general. Para muchos recalcitrantes no es argumento que lo venga diciendo de siempre la Iglesia católica, por eso no insisto. Que lo vayan reconociendo en USA estados como Texas o Misisipi, tampoco convencerá, porque cabe acusarlos de retrógrados o conservadores. Ahora bien, que lo diga Greenpeace, eso es harina de otro costal, aunque la postura de esta organización, poco sospechosa connivencia con el Vaticano, va más por la vía de impedir patentes fruto de experimentaciones con células embrionarias, aspecto que ha reconocido el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Quizás Greenpeace quiere hacer la cusqui a la industria farmacéutica y a laboratorios poco escrupulosos, pero se apoya en el reconocimiento jurídico de que la dignidad humana podría verse afectada por que el uso de las células embrionarias. Más claro, agua.