Al escritor vasco Bernardo Atxaga, un periódico nacional le pide que haga un ejercicio de memoria sobre sus vivencias del deporte y sobre sus deportistas favoritos. Algunos de sus recuerdos -cosa lógica- se centran en modalidades deportivas típicamente vascas, como el juego de pelota en frontón o el levantamiento de piedras. Y al respecto cuenta Atxaga algunas anécdotas curiosas. Por ejemplo dice que, a los levantadores de piedras, los organizadores de la competición los mantenían escondidos para evitar las presiones de aficionados y apostadores, que intentaban conocer su estado de forma contando los golpes de la enorme piedra contra el suelo durante los entrenamientos en su lugar de retiro. Pero los levantadores -relata el escritor- ocultaban su técnica simulando más o menos golpes para despistar a los espías, entre los que él se encontraba junto con otros niños. Los recursos técnicos de los deportistas mientras se preparan para la competición son muy variados, aunque en su mayoría ofrecen una curiosa mezcla entre ciencia y superstición. Atxaga recuerda que el pelotari Aguerre Lopetegui (hermano del que fue famoso guardameta), la víspera de una final, solía encerrarse durante horas en una habitación a oscuras. Al parecer, cuando salía al frontón a disputar el partido, veía la pequeña pelota con una enorme nitidez, mucho mejor que sus contrincantes. La validez de estas preparaciones está por ver, pero sirven para dar confianza. Hay quien se siente más cómodo saltando en altura calzado con una sola zapatilla, y hay quien cree que dando un grito tremendo antes de lanzar el peso llevará la bola más lejos. Pero, lo que más llama la atención del ejercicio de memoria de Atxaga es cuando pasa a hablar de sus deportistas favoritos y de las hazañas que de ellos recuerda. Entre otros cita al boxeador norteamericano Cassius Clay ("un sujeto poético", dice) y por encima de todos al legendario atleta etíope Abebe Bikila, aquel que corría con los pies descalzos. Y al hablar de este último alude de paso al gran atleta vigués Carlos Pérez, que compitió con él en varias ocasiones. Según Atxaga, ambos corredores coincidieron en la maratón que él llama de Eibar, y allí el africano le sacó una gran ventaja. Tanta que después de cruzar la meta le dio tiempo para ducharse, cambiarse de ropa y luego acudir a la línea de meta para aplaudir a Carlos Pérez, que llegó segundo "muchos minutos después". Mis datos no coinciden con los del escritor vasco (o al menos con la versión que da el periódico). Nunca hubo, que yo sepa, una maratón en Eibar, sino un carrera campo a través en Elgoibar, y la maratón en la que coincidieron ambos campeones fue la de Zarauz en 1966. El atleta etíope corrió la distancia en 2 horas, 25 minutos y 47 segundos, y Carlos Pérez, en 2 horas, 20 minutos y 28 segundos. ¿Le dio tiempo en esos cinco minutos a ir al hotel a cambiarse o simplemente a refrescarse un poco? No pretendo desmerecer el ejercicio de memoria de Atxaga. Bikila y Carlos Pérez fueron, cada uno en su ámbito, dos atletas extraordinarios.