Han pasado semanas del viaje pastoral de Benedicto XVI a México y Cuba. ¿Qué queda de ello? Es ahora cuando me gustaría conocer los balances del periplo papal por esas tierras. ¿Qué no está ya de actualidad? No opino eso. Ahora ya habrá sedimentado lo que, en los emotivos momentos de la llegada, solo fue oído parcial y fragmentariamente entre vivas y demás muestras del lógico alborozo por tener cercano al Papa. La venida de cualquier Papa no es simple espectáculo de masas. Es una aproximación más de Cristo -el vicecristo en la tierra- a los hombres concretos que le acogen. Benedicto XVI se las apañó para tocar en el caso de Cuba todos los temas candentes: la situación de la Iglesia allí, en medio de un régimen que se dice marxista, el tema de los presos de conciencia, los derechos humanos y las libertades, el exilio cuando expresó que lleva en el corazón "las justas aspiraciones y legítimos deseos de todos los cubanos, dondequiera que se encuentren", en clara alusión a los dos millones que viven fuera, fundamentalmente en EEUU. Todo eso, con la gracia de Dios, dará sus frutos.