Han visto la cantidad de café y donuts que toman los policías norteamericanos, incluso dentro del coche patrulla? Pues tienen suerte de que el Sr. Beteta no sea su jefe, porque si lo fuera ya se podían ir despidiendo. Parece que a nuestro secretario de Estado de Administraciones Públicas no le gusta que los funcionarios tomen café, ni tampoco que lean el periódico. Pero no crean que este señor es un individuo malvado que quiera privar a los empleados públicos de ese pequeño descanso a media mañana para relacionarse con los compañeros u ojear la prensa. En absoluto. Sucede que a este caballero le preocupa -y mucho- la salud de la función pública. Al fin y al cabo es el responsable de las administraciones públicas en nuestro país y es lógico que se levante cada día angustiado por su mejora constante. Además, ya ha desmentido haber dicho lo que todos (equivocados, como siempre) le habíamos oído decir. La culpa es nuestra, que estamos todo el día descontextualizando lo que nuestros próceres dicen con la mejor de sus intenciones. Yo creo que el secretario, que parece un hombre cultivado, conoce el estudio que han llevado a cabo un equipo de investigadores de la Universidad de Toronto (Canadá) para evaluar si la cafeína podría estar implicada en el desarrollo de enfermedades cardiovasculares en relación con el gen CYP1A2. Este gen se halla en los humanos en dos versiones conocidas, una de las cuales, la CYP1A2*1F, metaboliza la cafeína más lentamente que la otra. Los investigadores afirman que las personas portadoras de ese gen serían "metabolizadoras lentas" y tardarían, por tanto, más tiempo en eliminar el café y la cafeína de su organismo. Probablemente en su subconsciente nuestro gestor público concluya que los funcionarios deben de ser todos "metabolizadores lentos", pues en su discurso parecía dar a entender que había que aumentar asimismo la productividad, de modo que los muy cafeteros tienen todos los boletos para desarrollar una cardiopatía. Por lo tanto, fuera el café. Y algo parecido sucede con el periódico. Privando al funcionario de su lectura se le estará ahorrando pasar un mal trago. P. ej. evitará leer que el Gobierno en vez de perseguir el fraude tributario que cometen los grandes delincuentes económicos les premia con una amnistía fiscal mientras que el empleado público primero ha visto su sueldo reducido y congelado y después le han aumentado el tipo impositivo en IRPF; o que se recorta en 10.000 millones de euros lo que en campaña electoral se dijo solemnemente que era intocable (sanidad y educación); o que se ha reducido la partida en I+D+i en un 25% reivindicando la fórmula "que inventen ellos" (que con tanta ironía expresó D. Miguel de Unamuno) y condenando a la ciencia española a un parón irrecuperable y a sus cultivadores a hacer las maletas; o que se ha creado una comisión para la reforma del sistema universitario, pues la proporción de alumnos universitarios en España con respecto al total de alumnos es mayor que en el resto de países de nuestro entorno, y eso no puede ser. Parece que también es malo lo bueno y que mejor sería que en vez de más universitarios tuviésemos más analfabetos. Pues bien, Sr. o Sra. Funcionario/a: desde hoy, a tomar tila y a leer la hoja parroquial si quiere Vd. conservar su salud física y espiritual y servir mejor a España. Y deje de hacer cuentas con su menguante salario. Con él no podrá mandar a sus hijos a la Universidad. Primero porque no hay becas y segundo porque tampoco va a haber universidades públicas y (semi)gratuitas. Y aunque las hubiera, sus hijos no van a tener trabajo al finalizar sus estudios, pues la reforma laboral, como ha dicho el propio presidente del Gobierno, no va a aumentar el empleo. Si esto le deprime no vaya al centro de salud porque probablemente lo hayan cerrado, ni a la farmacia, pues es posible que tampoco la encuentre abierta. Siempre puede acudir a la meditación, que por ahora es gratis. ¡Ah! Y no se queje, que como vengan otros a hacer los presupuestos va a ver usted lo que es ajuste de cuentas, tal como nos dijo el siempre optimista y sonriente ministro De Guindos. Lo que hay es mucho vicio. El Sr. funcionario quiere trabajar y encima ser feliz. Pero qué se ha creído. Ya me gustaría verlo sufrir con el coche oficial de un lado para otro, siempre colgado del móvil oficial, rodeado de todos esos asesores oficiales salidos de la academia de recortadores de Eduardo Manos Tijeras, con la secretaria/o apuntando más y más reuniones de trabajo en la sobrecargada agenda oficial. ¿Ve cómo se puede ser un alto funcionario y servir a España abnegadamente? ¡Y sin tomar café!