En la Mostra do Ensino que hace unos días reunió en A Coruña a expertos nacionales y europeos para debatir los retos de la educación, se destacó con preocupación la avalancha de jóvenes que con la crisis vuelven a las aulas para recuperar el tiempo perdido y dotarse de una formación a la que renunciaron en los años de trabajo abundante. El número de adultos que retoman sus estudios ha aumentado un 36% en A Coruña en los dos últimos años. La mayoría son jóvenes de entre 18 y 30 años que los abandonaron para comenzar a trabajar.

Asistimos a un renacido interés por la educación que está directamente relacionado con la crisis y la dificultad para encontrar un empleo. El número de alumnos en la Universidade da Coruña no ha dejado de aumentar durante los últimos cinco años hasta llegar a los 24.056 actuales. Todo esto de produce en un contexto de importantes restricciones económicas y en un momento en que las becas y contratos de la Xunta para investigadores se redujeron a la mitad en 2011, con 125 puestos de nueva creación frente a los 230 que había en 2009. El desánimo cunde entre los científicos gallegos, muchos de los cuales, con un perfil medio de entre 35 y 40 años, dan carpetazo a sus investigaciones tras una década de trabajo por la imposibilidad de un futuro estable.

El Gobierno pretende ahorrar 3.000 millones con un drástico recorte en el ámbito educativo y, aunque la Xunta deberá decidir el modo de adaptarlo a la realidad gallega, lo cierto es que las previsiones de crecimiento de la universidad coruñesa se han visto frenadas. El equipo de dirige el rector Xosé Luís Armesto acaba de presentar unos presupuestos de la institución académica que ascienden a 123,3 millones de euros, lo que supone una rebaja del 4,3% respecto del año anterior hasta equiparar esta cuentas con las de 2008. La Universidade da Coruña presume de una gestión económica eficiente y sin deuda que le permite ser una institución saneada que solo tarda 30 días de media en pagar a los proveedores. Sin embargo, la bajada sostenida de la financiación pública le obliga a nuevos recortes y el rectorado ha tomado partido a favor de la investigación a costa de rebajar un 6,3% los gastos corrientes.

La principal propuesta del Gobierno a las universidades para paliar su menor inversión es una subida de tasas universitarias que eleve hasta un 25% el coste de carrera que financie el alumno, que en estos momentos supone a los estudiantes un 14,7% en Galicia. A esto se une un endurecimiento de los requisitos para obtener becas. Esta iniciativa ha cosechado un amplio rechazo en el campus coruñés, donde se considera que, más allá de un mero recorte, es una medida que puede hacer peligrar el papel de cohesión social de las universidades al restringir el acceso a la educación superior por razones económicas.

La Universidade da Coruña ha optado en sus presupuestos por la acertada medida de renunciar a ampliar sus infraestructuras académicas para evitar recortes en investigación y mantener las becas. El equipo de Xosé Luís Armesto se ha opuesto a equilibrar ingresos con una importante subida de tasas, que en estos momentos se sitúan en el campus coruñés entre los 600 y los 900 euros en función de las carreras, al considerar que sería una carga para las familias que atentaría contra el principio de igualdad de oportunidades. La universidad coruñesa no renuncia a viejas demandas como el segundo ciclo de Medicina y no olvida que es la única de las tres universidades de Galicia que carece de una residencia pública. Sin embargo, apuesta por lo principal, que no es otra cosa que la enseñanza y la investigación.

El rector coruñés puso el dedo en la llaga al preguntarse si la subida de tasas, un capítulo que solo supone el 10% de los ingresos de las universidades, se hace para mejorar la eficiencia de la universidad o es solo un parche para tapar el déficit de algunas comunidades autónomas. Armesto trasladó a Feijóo una fórmula que permita en Galicia una aplicación minimizada del decreto gubernamental que obliga a encarecer las matrículas. La solución, justa y sensata, es que el aumento de las tasas debe estar en consonancia con el nivel de renta de cada comunidad. El modelo educativo que se elija en estos años será una de las claves fundamentales, si no la decisiva, para garantizar un futuro que en estos momentos se presenta incierto e inquietante. Hacer tabla rasa a la hora de poner precio al acceso a una educación superior estrecharía injustamente ese porvenir en aquellas comunidades, como Galicia, que han contado históricamente con menos recursos

Nadie duda de que la situación económica es apremiante y de que es imprescindible ajustar el gasto público, pero resulta inevitable ver la sombra de la precipitación en la forma en que se adoptan algunas maneras. En el caso que nos ocupa, el de la educación, las medias no pueden quedarse solamente en un ejercicio contable que cuadre los presupuestos. De ahí el acierto de la entidad coruñesa al fijar estas prioridades.