La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.

Esperando turno en cualquier despacho de chacina o pescado pueden haber oído charlar a la altiva que pregunta sin piedad a su vecina por qué no se va de vacaciones; le contesta, con sorna y bastante mala leche, que este año le toca a Montoro pillar sus vacaciones.

La que va de sobrada no se viene abajo y reivindica su derecho a ser de la clase media, la que las está pagando todas, que es muy, muy injusto, pero habrá que aguantar el tirón y que no vengan peores. Retomando el discurso victimista y postulándose como maltratada.

Su contertulia se repliega afirmando que seguro no puede quejarse, que siempre hay quien lo pase peor, que en su casa aún entra un sueldo y que, mientras Paco siga cobrando los 500 en el sobre, no habrá problemas, otra cosa será cuando la niña se vaya de Erasmus, duda y se entristece dejándola con la palabra en la boca, ella no tiene plan B, si falla el actual, viene la catástrofe.

Un paseo por cualquiera de las protestas del pasado jueves, cambiando de ambientes, de grupitos, de pandillas de amigos, de familias… al contrario de otras ocasiones en las que solo fuesen por reencuentros fortuitos, no había sonrisas, tampoco era un funeral, era un ambiente tenso en el que cuando uno gritaba cabreado reflejaba en su rostro los motivos del cabreo; estudiando su aspecto podrías saber si era su paro, el de sus hijos, su pensión… lo que le angustiaba no tener plan B. Dicen que allí estaba la clase media y es mentira, la clase media es una figura en extinción, la clase media era tradicionalmente, la que tenía el riñón cubierto por si venían mal dadas. Esos lujos hoy son patrimonio de una exigua minoría; mal que les pese a los que se creían libres, a los habitantes de ese cómodo estrato social hay que decirles, como a Sancho le explican, que ya no tienen esa libertad, que los beneficios y lujos que vienen de disfrutar se acaban y que ya somos todos iguales en el hoyo.

Miedo, miedo es la palabra que más oiremos en las próximas semanas, nos van a meter mucho miedo para que levantemos el pedal del acelerador de las protestas. A los del día 19 el gobierno ha contestado con la intervención y rescate de Valencia (a estas horas puede que más).

A ver quien es el guapo que se va de vacaciones, de Rajoy ni se sabe, el Rey y su hijo retrasan el sarao veraniego de Mallorca y arrestaron al pariente jetas. A ver quien es el atrevido que se hace campaña con un posado en calzonas playeras en un paisaje de moda.

Miedo es lo quieren que sintamos por las noches, escalofríos que reclamen lexatines, miedo de algunos a recordar la infancia de posguerra, el año de paro vivido como lo más trágico hasta el momento.

No podemos caer en la trampa, el agobio y el cabreo están absolutamente justificados, no podemos consentir que se transformen en el terror que están sembrando. Sí, terror y desesperación, sin libertad.