De modo parecido a su compatriota, el político y economista ThiloSarrazin, Hans-Werner Sinn, 64 años, director del Instituto de investigaciones económicas Ifo, de Múnich, se dedica de un tiempo a esta parte a atizar, lamentablemente con éxito, todos los peores prejuicios de los alemanes en relación con los países del Sur, a los que agrupa despectivamente bajo el nombre de Club Med, en alusión a su carácter supuestamente despreocupado y vividor.

Los políticos alemanes con la canciller AngelaMerkel o el titular de Finanzas, Wolfgang Schäuble, se han distanciado de él últimamente, y otros economistas se muestran totalmente en desacuerdo con sus alarmistas análisis y sus más que sombríos pronósticos. Hay quien le llama "Profesor Sin Sentido" en alusión a su apellido "Sinn", que en alemán significa "sentido".

Pero cuando da sus conferencias llena las salas, y una entrevista con él que se publicó en el influyente diario conservador FrankfurterAllgemeineZeitung se convirtió rápidamente en éxito en internet. Más de doscientos economistas alemanes firmaron su llamamiento en contra de la última cumbre europea.

En él se afirma que el pueblo alemán tendrá que ser garante de hasta nueve billones de euros, ayuda a los países en crisis que, según él, beneficiará sobre todo a los grandes centros financieros, a la City de Londres, a Wall Street, y a un puñado de bancos que rebosan de productos tóxicos.

Sinn publicó en 2003 una obra titulada ¿Tiene aún salvación Alemania?, que, como recuerda ahora el semanario Die Zeit, fue uno de los libros de economía más influyentes de la pasada década. Y desde hace muchos años acompaña con sus comentarios el acontecer político y sobre todo económico del país. Es en Alemania, aunque desde una perspectiva bien distinta, lo que el premio Nobel norteamericano Paul Krugman en España.

En un reciente artículo para la revista económica germana Wirtschaftwoche, Sinn denunciaba el que el dinero que ponen los alemanes estuviese sirviendo para que los países en crisis pudieran mantener su "estilo de vida mediterráneo", como si ello fuera un grave pecado. Lo que quería decir nuestro profesor es que, lejos de incitarlos a aplicar las necesarias y dolorosas reformas, esas ayudas solo animaban a los del Sur a seguir como hasta ahora.

Sinn cree, por ejemplo, que Grecia no tiene ya salvación y que lo mejor que puede hacerse con ese país es animarle a que abandone el euro. Pero algunos de sus colegas le acusan de fácil demagogia, de fomentar el resentimiento entre sus compatriotas y atribuyen tintes nacionalistas y aun xenófobos a sus manifestaciones.

Él mismo se defiende diciendo que solo trata de "salvar a Alemania". Y para ello no rehúye ningún medio: publica artículos, escribe cartas de lector o participa en debates en internet, siempre en defensa de sus polémicas tesis.

Sinn predice que la unión bancaria que desean muchos en Europa solo encarecerá el precio del rescate y perjudicará a los alemanes, que tienen todas las de perder porque los pueblos del Sur están en mayoría y defienden con uñas y dientes solo sus propios intereses.

Y sobre todo considera que de las ayudas que presten sus compatriotas a los países del club Med se lucrarán principalmente los inversores internacionales, es decir, los especuladores. Algo en lo que, en vista de lo que ocurre con la prima de riesgo española, no parece que esté del todo desencaminado.

Para el otoño en cualquier caso se anuncia un nuevo libro suyo, que con toda seguridad, como los de Sarrazin, encenderá aún más los ánimos.