Tiene gracia: llevaba así como nueve meses peleando cual un loco para conseguir la designación del partido republicano como candidato a la Presidencia de la Unión y, después de patearse los cincuenta estados de la misma, y de dejar en la cuneta a media docena de rivales, cuando consiguió en Tampa la ya cantada nominación, Mitt Romney, muy condescendiente él, se marcó un bonito discurso dignándose aceptar ser el candidato a la Casa Blanca por su partido, que nunca me acuerdo si es el del elefante o el del burro. Bueno, a lo mejor se trata de un mulo, lo que tampoco mejora demasiado el icono del partido al que represente.

Dentro de unos días será la convención demócrata para confirmar como candidato a Obama, el cual se supone que, como su rival republicano, tendrá a bien aceptar la nominación. Cosas de las elecciones USA, las más pintorescas y festivas del mundo. En cuanto a las campañas, aunque son un poco horterillas, es reconfortante ver cómo en ellas unos y otros enarbolan la bandera de las barras y estrellas y la lucen hasta en los canotiers de los que tanto usan los americanos en toda celebración. Proliferan majorettes y bandas de música uniformadas a la napoleónica, y se lanzan toneladas de serpentinas y globitos multicolores. Una verdadera fiesta que solapa de alguna manera las bajezas, el juego sucio nunca ausente en cualquier campaña electoral que se precie.

Por estos pagos los comicios no resultan tan animados y son de parafernalia más bien cutre; el personal está de ellas hasta la boina (o el birrete), hay demasiadas. Cuando no son generales, son autonómicas, municipales o al Parlamento Europeo. Podrían celebrarse todas juntas, sería igual de tedioso pero más barato. Aparte de un auténtico aburrimiento y, juzgando por la cara de Núñez Feijóo al anunciar la convocatoria de las gallegas, una tristeza. Demasiado serio D. Alberto, debería comprarse una pajilla y unas castañuelas, o unas conchas de vieira, que son instrumentos musicales más del país.