Hace años, cuando el gobierno de Felipe González hacía campaña a favor de la continuidad en la OTAN (después de haberse opuesto retóricamente a ello en la oposición), los dirigentes socialistas recurrieron a todo tipo de trucos para torcer la voluntad popular. Desde amenazar con males sin cuento si salía el no hasta ofrecer declaraciones optimistas de personajes famosos en favor del sí. Entre los primeros destacó el ministro Fernández Ordóñez, que, pese a ser un hombre con fama de moderado, llegó a advertir a unos pensionistas aragoneses de que si no votaban lo conveniente volveríamos a la edad de piedra y al taparrabos. Y entre los segundos, el locutor deportivo José María García, que fue reclutado como testimonio de autoridad para cantar las bondades de pertenecer a una alianza militar cuyo objetivo, entonces, era contener una hipotética agresión de la Unión Soviética. El señor García, más conocido popularmente como Butanito (por ser pequeño y explosivo), estaba en el momento álgido de su fama e influencia. Los empresarios de la radio le pagaban fabulosas cantidades de dinero por hablar de fútbol en los programas deportivos y su voz, con un timbre agudo muy característico, taladraba de madrugada las orejas de los taxistas y de los insomnes. Su especialidad era la denuncia de la corrupción, que él solía centrar en la Federación Española de Fútbol y especialmente en la figura de su presidente Pablo Porta. Tras arduas averiguaciones el intrépido reportero había podido saber que el chófer de Porta sacaba a mear al perro del presidente y eso le pareció una corruptela intolerable. La campaña de denuncia duró meses, pero Porta, que había sido boxeador en su juventud, aguantó a pie firme. A los dirigentes del PSOE les debió de parecer que un abanderado de la lucha contra la corrupción como García era el hombre adecuado para hacer campaña a favor de la OTAN y le hicieron comparecer en un programa de televisión de máxima audiencia que dirigía la popular Mercedes Milá. Fiel a su estilo, García se dejó de cuestiones técnicas y resumió rápidamente su postura. " Yo quiero que España entre en la OTAN -dijo- porque no deseo que mi país se sitúe a nivel de Tanzania". Nunca supimos si García sabía algo sobre Tanzania, pero dado el resultado del referéndum parece que el mensaje caló entre la ciudadanía. La comparación despectiva hacia los países africanos es frecuente en la política española. Más recientemente, el presidente Rajoy le envió un mensaje al ministro de Economía , señor De Guindos, para que aguantara en una negociación por el rescate de la banca. "Somos la cuarta potencia de Europa -le recordó-, España no es Uganda". Por su puesto, los gobernantes ugandeses no se quedaron mudos y replicaron enseguida: "Uganda no es España porque no necesita ser rescatada". Digo lo que antecede porque he leído las previsiones del FMI sobre la evolución de la economía mundial y observo, no sin sorpresa, que España ocupa el penúltimo lugar de la lista (104) junto a Grecia (105) mientras que Tanzania (11) y Uganda (23) están entre los países con más previsión de aumento de su Producto Interior Bruto. Nos vamos a comer la insolencia sin patatas.