Nada menos que treinta años necesitó el Partido Popular para conquistar la Alcaldía de Santiago. De hecho, Compostela era la única ciudad gallega que los populares no habían gobernado nunca hasta que en mayo de 2011 lograron la mayoría absoluta, por apenas un puñado de votos. Aprovechando el desgaste del PSOE a todos los niveles y gracias a la poderosa corriente electoral favorable a la derecha, Gerardo Conde Roa rompió contra pronóstico una larga racha de derrotas, unas más dulces que otras, en las que tuvo mucho que ver el continuo baile de candidatos, consecuencia a su vez de la permanente fractura interna del PP santiagués.

Por defraudar a Hacienda casi trescientos mil euros en su etapa como promotor inmobiliario, y presionado por Feijóo, Conde Roa se vio obligado a dimitir a mediados de abril pasado, sin llegar a cumplir ni un año en el cargo. Dicen que aceptó tirar la toalla después de pensárselo mucho y una vez que le fue aceptada la condición de que le sustituyera una persona de su entera confianza, el número cuatro de su lista, Ángel Currás, en lugar de la primera teniente de alcalde, Paula Prado, que se tenía a sí misma por la sucesora natural. La perjudicada consideró la maniobra un agravio imperdonable, no se dio por vencida y pasó al contraataque.

Hoy sabemos que aquella crisis se cerró claramente en falso. Las heridas de la dura batalla de esos días nunca cicatrizaron del todo y a día de hoy aún duelen. El fondo y la forma en que se decidió la sucesión en la Alcaldía agravaron la división del Gobierno local en dos bandos, en permanente intriga el uno contra el otro: los defensores de Currás y los partidarios de Prado. Los que frecuenta el pazo municipal dan fe de que la convivencia de los ediles populares en Raxoi ha estado jalonada de continuos conflictos, incluso personales, algunos de los cuales acabaron trascendiendo a la opinión por filtraciones interesadas.

La imputación de la concejala de Educación y la citación del alcalde para declarar en el juzgado de Lugo en relación con la operación Pokemon reavivan las intrigas. Los ediles alineados con Paula Prado, y una parte del aparato provincial y regional del PP, esperan acontecimientos. Si la jueza confirma la acusación de tráfico de influencias y dicta alguna medida cautelar contra Currás, don Ángel no podrá aferrarse al cargo. Tendrá que ponerlo a disposición del partido. Con toda probabilidad, será invitado a dimitir en estricta aplicación del código ético del Pepedegá. Nada de paños calientes, ni de componendas para aplazar lo inevitable. En estos casos, urge pasar página. Si tiene que haber un nuevo cambio de alcalde, que sea cuanto antes, para devolver de inmediato la normalidad al Ayuntamiento compostelano y al equipo de gobierno. Eso es lo que piensan en la dirección del PP coruñés y regional.

El sustituto o sustituta de Currás necesitará el tiempo que le quede de mandato (poco más de dos años) para asentar su imagen pública y sobre todo ser percibido como un candidato con garantías para las próximas elecciones municipales, frente a la alternativa de la reedición de un bipartito o tripartido de izquierdas.

Está en juego una mayoría por los pelos. Si en 2015 los populares pierden la Alcaldía compostelana, no será por méritos de sus rivales, sino por sus propios, reiterados e imperdonables errores.

O por esa especie de gafe que, incluso cuando lo tiene todo a favor, parece impedir al partido de Feijóo y Rajoy alcanzar y mantener en Santiago la hegemonía política de la que goza en Galicia y en casi toda España.