Wilma era la vigésima de 22 hermanos de una familia pobre. Niña prematura, tuvo una doble neumonía a los cuatro años, y con seis, un ataque de poliomelitis que le dejó paralizada una pierna durante varios años. A pesar de eso fue oro en los juegos Olímpicos de Roma en la prueba de 100 y 200 metros lisos. En 1961 igualó el récord mundial de los 100 metros en Moscú y lo rompió en Sttutgart cuatro días más tarde convirtiéndose en la mujer más rápida del mundo.