Lejos quedan ya aquellas estimaciones según las cuales el cultivo de peces no podría sustituir la captura de especies salvajes en la mar. La acuicultura va ganando terreno, paulatinamente, al arte de pescar y, según las previsiones de los expertos, los peces de cultivo representarán el 53% del consumo humano dentro de 9 años, en 2022.

No es una apreciación a la ligera, sino que se trata de un documentado informe (Perspectivas Agrícolas 2013-2022) elaborado por la FAO y la OCDE.

Con estos datos, parece clara la apuesta de la Unión Europea por la eliminación de flota pesquera. Parece evidente que la reducción de barcos no solo se justifica en la sobrespesca que ejercen los distintos países del mundo sino en el importante avance que la acuicultura experimenta en la mayor parte de los países europeos, americanos y asiáticos y que, bien como productores, bien como consumidores, logran que cada vez se invierta más en el cultivo de unas especies que, hasta hace bien poco tiempo, solo era posible utilizar en la mesa o en las fábricas de conservas y de harina de pescado si previamente eran capturadas en el mar.

De cumplirse las previsiones y dado el avance que las importaciones de pescado experimentan en los países que integran la UE, bien puede añadirse que, a la vuelta de 15 años, estados como España (y en concreto la comunidad autónoma de Galicia) habrán perdido todo cuanto de significación tiene todavía el sector pesquero y sin que el acuícola sea capaz de absorber la mano de obra excedentaria de aquel.

Nos hallamos, pues, a las puertas de una larga despedida, con explicaciones no pedidas pero sí implícitas en los datos que manejan los expertos y que los propios pescadores gallegos vienen observando desde que, en 1986, España pasó a integrarse en la actual Unión Europea.

La pesca, como sector productivo en Galicia, tiene los días contados. La Xunta y el Gobierno central, al igual que Europa, siguen apostando por la acuicultura como arma no ya de futuro si no del presente. El pescador pasará a formar parte, como el viejo arponero de la Casa del Mar de A Coruña, de los museos. Y con él se irá una pieza fundamental de nuestra cultura e idiosincrasia.

No sabe quien suscribe si, en un futuro próximo, se podrá explicar la historia misma de Galicia y su presente, sin barcos y, por ende, sin marineros.