Es raro el fin de semana en que Cospedal no nos visite a la hora del telediario sentada en un taburete, repartiendo proclamas ante un público entregado y afín, proclamas que, en el momento mismo de ser pronunciadas, se convierten en titulares de prensa, en pretexto para sesudos debates y en protagonistas de las redes sociales. Sin embargo, apenas se reparó en lo mucho que estas puestas en escena tienen de ejercicios espirituales para sus asistentes más inmediatos.

Lo duro que es gobernar en estos tiempos de crisis. La admirable abnegación de Rajoy y su Gobierno. La maldad intrínseca de quienes increpan y acosan y, sobre todo, de quienes manipulan a las gentes que muestran su descontento, gentes que tienen el mejor de los gobiernos posibles que se enfrenta a la herencia recibida de un calamitoso y pérfido Zapatero.

Doña Dolores de Madrid y de la Mancha. Mano derecha de Rajoy, mano de hierro en su Gobierno autonómico. Mujer que crece y se multiplica. Sobre el taburete, envía sus mensajes a la ciudadanía española. Ante todo, estamos en buenas manos. Ante todo, hay esperanzas. Ante todo, se vislumbra la salida del más que recurrente túnel de la crisis.

Sus entusiastas oyentes se marchan en paz tras la arenga desde el taburete. En paz y en gracia de doña Dolores, dama española en las procesiones toledanas, mujer de armas tomar en todo lo que decide en el PP.

Y el pasado fin de semana compareció, tocando techo, con el ministro Wert, al que poco le falta, según la dirigente manchega, para ser un hombre providencial que resolverá los graves problemas de la enseñanza en España. Un ministro que siempre que habla da la nota, se trate de becas o de lo que sea. Un ministro que habla de la excelencia, aunque su principal apuesta sea la religión como materia evaluable en la enseñanza obligatoria, así como el afán de racanear a la hora de retocar la legislación sobre becas.

La filosofía en el taburete. Ejercicios espirituales. ¿Cómo habremos llegado a esto, mientras la izquierda de siglas se sigue erigiendo en la defensora de una enseñanza pública marcada por la demagogia y la renuncia al conocimiento? ¿Cómo habremos llegado a esto? ¿Cómo habremos llegado a que las perogrulladas, marcadas por el reaccionarismo de esta señora, protagonicen los noticiarios políticos de los fines de semana?

Salir de misa, o del tomar el vermú, comprar pasteles. Y, a la hora de comerlos en familia, doña Dolores con sus proclamas en los telediarios. ¡Qué oratoria la suya, carente de mordacidad y lucidez, marcada sólo por la consigna machacona! No se sube a pedestal alguno, no comparece al modo tribunicio. Todo gira alrededor del taburete. No hay circunloquios en sus frases. Va directa a la consigna, siempre esperada, justificando lo injustificable sin despeinarse lo más mínimo.

Discurso plano en un país cuya vida pública es tan aburrida como indignante. Discurso plano esgrimido por alguien que acapara cargos y sueldos y que, desde su taburete, invita a la ciudadanía a un optimismo que sólo puede ser compartido desde la fe ciega, desde el entreguismo más mansurrón.

Madrileña de día, toledana vespertina y de noche. En sus consignas está la actualidad que bulle, la defensa de lo indefendible, la ausencia de argumentario más escandalosa. Pero ese taburete dominical todo lo sostiene, todo lo soporta.

La filosofía en el taburete, santo y seña de la España del siglo XXI, con una vida pública en la que agoniza la idealizada y sacrosanta transición.

Madrid y Toledo en un mismo día. Como diría Walter Benjamin, al que cité al principio, "dos atardeceres se encuentran uno con otro sobre ti, se reparten sus posesiones, como las de las nubes, y te envían a casa con las manos vacías".

Sin poder disfrutar de los pasteles, ni del vermú, sin sobremesa apacible, aunque sea domingo.