Tuve la oportunidad de visitar Buenos Aires, hace ya unos años. Corrían los tiempos del final del corralito que, ¿recuerdan?, atenazaba la posibilidad de disposiciones en efectivo por parte de los clientes de las entidades bancarias. Fueron días duros allá, con grandes protestas ciudadanas y mucha inestabilidad. Yo estuve allí justo al final de todo ese proceso, y nunca borraré de mi retina el que considero uno de los símbolos de tal crisis, aún presente en las calles. ¿Cuál? Pues las entidades financieras protegidas por grandes vallas metálicas, abolladas hasta la extenuación como consecuencia de caceroladas y lanzamiento de objetos contundentes. En negro, sobre otras pintadas, siempre destacaba el apelativo chorros. Según la Real Academia, en América Latina esto significa un ladrón que arrebata a la carrera algún bien a alguien... Muy gráfico.

Si alguien me preguntase cuál es para mí el icono de la actual situación económica adversa en Europa y, en particular, en España, no lo dudaría. Para mí este consiste en la proliferación hasta el infinito de todo tipo de establecimientos, generalmente pintados en amarillo, con el rótulo de Compro oro. Un negocio que surgió al calor de la necesidad de las personas particulares de recurrir a sus objetos de valor para abordar la necesidad de una liquidez muchas veces difícil de obtener de otra manera. Un fenómeno que, rápidamente, inundó pueblos y ciudades, y que, como digo, eclosionó de una forma muy rápida.

Hoy he visto tres locales donde se ubicaba ese tipo de negocios con el cartel de Se alquila. Parece que algo cambia. O bien que ya no hay mucho más oro que colocar, por parte de las familias, para buscar tal liquidez, o que el ojo de la tormenta económica está un poquitín más lejos. Sea lo que sea, este icono de las dificultades económicas de las familias está tocado. Y, cuando esos locales sean alquilados de nuevo por negocios diferentes, tales calles pintarán un color un poco menos con sabor a crisis. Lo mismo, supongo, que cuando en Buenos Aires alguien retiró las vallas metálicas, grises y abolladas, que protegían los establecimientos de los señores de las finanzas.

Si la causa de la bajada de los negocios de venta de oro y empeño es una cierta recuperación, bendito sea. Pero a ver si somos un poco listos, y apostamos por fórmulas un tanto redistributivas de la renta. Si basásemos la recuperación macroeconómica únicamente en generación, pero no tanto en redistribución, estaríamos aplazando un problema, que volverá. Es bueno generar negocio y obtener beneficios, claro que sí, pero también es muy importante que esto redunde en cierta estabilidad social que permita dinámicas más inclusivas, y menos capas de población dejadas de lado por el sistema. Una sociedad con una base más sólida es una sociedad más sana, con menos patología social y mucho más capaz de reinventarse a si misma tras las veleidades de la economía, que en un contexto global son difícilmente evitables.

Ahí estamos. Seguiré atento a la evolución de estos indicadores -un tanto rudimentarios, pero efectivos- del pulso de la economía doméstica. Y, claro está, a las cifras oficiales sobre renta media, dispersión de renta y renta disponible para las familias. Ahí radica, de verdad y de la forma más clara, el conjunto de constantes vitales de nuestra economía.