Hace pocos días se cumplió el 50 aniversario de uno de los discursos que más han impactado en la historia reciente de la humanidad, y que, probablemente, más han ayudado a cambiar una sociedad.

Era Martin Luther King que decía "I have a dream" (tengo un sueño). Su sueño, su preciado sueño, era ver una sociedad donde todas las razas convivieran en harmonía, con los mismos derechos, con las mismas oportunidades.

Está claro que Martin Luther King, junto a muchos hombres y mujeres de raza negra de los Estados Unidos, consiguieron lo que en aquel momento parecía imposible, abrir el camino hacia la igualdad.

Algunos de los lectores más jóvenes, tal vez no conozcan la realidad de los negros en ese país y en ese momento, o tal vez sí, yo soy de las que pienso que la juventud, hoy en día, está preparada e informada como pocas veces lo ha estado.

Para los que no conozcan esta parte de la historia, sólo les comentaré que en esos años, ser negro en Estados Unidos equivalía a no tener derechos, a no poder entrar en los mismos restaurantes que los blancos, a no poder utilizar el mismo transporte público, a no poder utilizar el mismo cuarto de baño. A quien le parezca increíble, le aconsejo que lea multitud de libros sobre el tema, o que vea una maravillosa película de hace pocos años llamada Criadas y Señoras. Alucinarán!

Desde esos años se ha recorrido un gran camino pero, como su propio hijo dijo en el aniversario de ese famoso discurso, "el sueño de mi padre, es un sueño inacabado".

Y es cierto, aún queda mucho por hacer, aún quedan muchos prejuicios que derribar, muchos recelos que destruir.

En estos tiempos de crisis en que vivimos, en que muchas familias lo pasan mal, en que muchos jóvenes no encuentran trabajo, es fácil caer en la tentación de echar la culpa al extranjero, de echar la culpa al distinto.

No, no nos engañemos. Blancos, negros o de cualquier color, todos somos víctimas de la situación económica en la que nos hemos encontrado sin buscarlo, sin que nadie nos advirtiera de hacía adonde íbamos hasta que ya era demasiado tarde.

Seamos honestos con nosotros mismos, y seamos honestos con personas que hace muchos años tuvieron un sueño, y lucharon por él aún a costa de sus vidas. El legado de Martin Luther King y de tanta gente que luchó y sufrió a su lado, no puede caer en el olvido por una maldita crisis económica.

Son días difíciles, tristes, y lo son mucho más cuando este aniversario coincide con lo que parecen los últimos días de Madiba, de Nelson Mandela, otro hombre que con su lucha consiguió cambiar el país donde, probablemente, el odio racial se había llevado al máximo extremo.

Son por ellos dos, y por multitud de mujeres y hombres que han luchado por erradicar el odio racial, que no podemos olvidar que todos somos iguales, que todos somos seres humanos y que el color de la piel sólo nos hace distintos en apariencia, pero nunca hará que nuestro interior, que nuestra alma, sea distinta.