Convertir un espectáculo deportivo en cuestión de Estado puede ser una buena fórmula para elevar los ánimos cuando la abulia colectiva se ha convertido en enfermedad crónica pero tiene sus riesgos. Los hemos podido comprobar al quedarse Madrid el último entre los candidatos a la olimpiada que se ha llevado a la postre Tokio. Se trata del tercer varapalo consecutivo -el precedente entre tímido y disparatado de la época franquista no cuenta- y las portadas de los periódicos al día siguiente del fracaso no dejaban lugar a las dudas: el COI carece de sentido; ha perdido el mejor proyecto; un castigo inmerecido. Hace años estaríamos hablando de conspiración judeo-masónica pero, aun sin utilizar ese recurso que hoy nos da risa, se nos ha transmitido la idea de que la derrota de Madrid es poco menos que una alcaldada arbitraria e injusta. Como si los juegos olímpicos fuesen una especie de examen en el que lo que cuenta es la suma de instalaciones deportivas y hoteleras.

Resulta más que obvio que no es así. Cuando Río de Janeiro ganó su olimpiada que se celebrará dentro de dos años, la candidatura de Brasil era más bien modesta en términos técnicos pero el presidente Lula enseñó el mapa de las sedes olímpicas con América Latina sin marca alguna y los miembros del COI le dieron por unanimidad su voto. A eso se le puede llamar política, mercadotecnia o estrategia, como cada uno quiera, pero pone bien a las claras lo que hay que tener: un mensaje simple y contundente y una exposición impecable. Lo contrario en este último caso de los balbuceos en inglés macarrónico cuando te preguntan algo que no entiendes, como los que empleó la alcaldesa de Madrid en la presentación de la candidatura. Ahora que Samaranch ha muerto, con el príncipe de Asturias no basta.

¿Qué decir del mensaje de Madrid 2020? Llenar con un gentío la puerta de Alcalá sirve de poco y puede ser hasta contraproducente en un país sometido a una crisis económica brutal. ¿Cuánto habrá costado el llevar hasta Buenos Aires la candidatura de Madrid, una vez que se suman ese y los demás conceptos? La pregunta sigue en el aire tras el fracaso pero es probable que estuviera ya en el ánimo del COI. El presidente del comité Madrid 2020 intentó cambiar de tercio diciendo que España necesita una ilusión. Es verdad. La ilusión que se conseguiría si los corruptos fuesen todos ellos a la cárcel, si la administración se reformara quitando lo mucho que sobra, si los impuestos bajasen, si cesara el escándalo de los sueldos de los directivos de la banca que se rescata con dineros públicos, si la reforma fiscal fuese una realidad, si el paro contuviese su cáncer, si los beneficios del Estado del bienestar se mantuvieran. Además de ilusionarse, el país despegaría. Entonces iba a ser el momento de pedir unos juegos olímpicos sin que parezca una carta a los reyes magos.