José María Castellano es de los que saben irse con elegancia. Los venezolanos no eran su apuesta, al menos inicialmente, y al final son los que se quedan con Novagalicia Banco. Él creía sinceramente que los fondos americanos eran la mejor opción para mantener la plena autonomía y la galleguidad. Por eso, entre otras razones, es por lo que decide hacer mutis, declinando la invitación a quedarse como consejero, que era sincera y por ello la agradeció. Dice adiós convencido de que, con las nuevas reglas impuestas por el FROB, la de Banesco y el Etcheverría era la menos mala de las soluciones que se pusieron sobre la mesa para culminar la reprivatización de NCG urgida por Bruselas.

Castellano cree haber cumplido con creces la encomienda que recibió cuando los restos de las cajas fusionadas se convirtieron en un banco nacionalizado. De entrada, siendo un ejecutivo de prestigio mundial, tuvo el llamativo gesto de reconocer que no sabía ni papa de banca. Y no era un gesto de falsa modestia. Su sinceridad sorprendió, y descolocó, a mucha gente dentro y fuera de la entidad. Sin embargo, desde el minuto uno tenía claro lo que quería y demostró que es un hombre excepcionalmente dotado para captar colaboradores y dirigir equipos. Fichó como "mano derecha" a César González Bueno, al que cabía el mérito de situar al holandés ING como líder de la banca virtual en España. El existoso modelo fue magistralmente replicado -incluso mejorado- en EVO para dar una solución a la red de NCG de fuera de Galicia.

Luchando contra los elementos, el tándem Castellano-González Bueno diseñó una estrategia que en pocos meses logró hacer de NCG un banco rentable. Una de las claves fue ganarse la confianza de una plantilla desmotivada. Lograr involucrarla y comprometerla con el proyecto, a base de un diálogo permanente con los trabajadores y sus representantes, que cristalizó en ERE consensuados, no traumáticos, el último de los cuales, por cierto, sigue en ejecución. Otro triunfo del presidente y del consejero delegado fue el acuerdo con la Xunta para dar solución a la mayoría de los antiguos clientes de Caixa Galicia y Caixanova atrapados por las participaciones preferentes y otros productos tóxicos. El arbitraje fue una fórmula pionera, después adoptado por otros, que, sin resolver todos los casos, daba salida a la dramática situación de miles de pequeños ahorradores.

También tiene mérito la labor del otrora cerebro de Inditex a la hora de convencer al Banco de España y a su instrumento el FROB de modo que establecieran una hoja de ruta específica para "desnacionalizar" Novagalicia, como entidad sistémica en nuestra comunidad. Demostró tener mucho predicamento en Madrid. En su momento el Ministerio de Economía estaba por la labor de esperar unos cuantos años (hasta 2017) antes de subastar NCG; la idea de venderlo a fondos de inversión no gustaba tanto, aunque el dinero foráneo fuera bienvenido como demostración de confianza en la economía española. Al final las autoridades europeas forzaron una venta inmediata en forma de puja, cuyas reglas se variaban de un día para otro, al tiempo que se daba prioridad a la banca y se decidía que el banco sería para el mejor postor. Objetivo: recuperar cuanto antes lo máximo posible de los nueve mil millones inyectados en la recapitalización.

No tiene Castellano prisa por recoger sus cosas. Se quedará en su puesto hasta que se formalice el traspaso de poderes. Dicen sus allegados que siente cierto alivio con la idea de dejar el banco. Los años no perdonan y las batallas, aunque se salden con victorias, tienen su coste. Está cansado y con la salud debilitada. Siente, eso sí, que se va con el deber cumplido. Culminó a plena satisfacción la tarea encomendada. Por patriotismo, que no por dinero, hizo lo indecible imposible para que Galicia conservase una entidad financiera "propia", autónoma y solvente, capaz de dar continuidad a lo mucho de bueno que hicieron las desaparecidas cajas de ahorro y de hacer de sus errores de bulto borrón y cuenta nueva.