Para no deprimirse con la realidad, es muy saludable volver al blanco y negro. Este año se cumplen setenta años una película magistral, Tener y no tener de Howard Hawks. Cuenta la leyenda del séptimo arte, que Hawks retó un día a Ernest Hemingway y le dijo que era capaz de hacer una buena película con su peor novela. "Papaíto", muy dado a todo tipo de retos, le entregó un ejemplar de To Have and Have Not que había publicado en 1937, y estaba transida de escepticismo, carga política y guerra civil española implícita. Hawks, quizás uno de los directores más potentes del Hollywood clásico (El sueño eterno, La fiera de mi niña y Río Rojo entre otras obras maestras, llevan su firma) empezó raudo a seleccionar los ingredientes para el cóctel: Humphrey Bogart, Walter Brennan -en un papel inolvidable, el simpático borrachín Eddie- el genial músico de jazz Hoagy Carmichael (Geogia in my mind) y una chica flaca de diecinueve años que se presentó al casting y a la que nadie esperaba pero se quedó para siempre: Lauren Bacall. Ah, se me olvidaba, también contó para el guión con un escritor agobiado y pegado a la botella, de nombre Willian Faulkner. A toro pasado, muy pasado, se podrá decir que con aquellos mimbres era imposible no triunfar. Pero los mimbres no tenían entonces el halo mítico del que gozan ahora, y todo eran apuestas y peleas duras con los inquietantes productores de la meca del cine. Y ello en medio de una guerra mundial a punto de acabarse, la cual también está muy presente en la película, con los valores y contra valores, con los cinismos propios de Bogy y de sus papeles de malhechor justiciero que tanto juego le habían dado dos años antes en otra master piece, Casablanca. La película de Hawks se convirtió en un clásico, Hemingway perdió el reto pero ganó el Nobel de Literatura ocho años más tarde, después de haber escrito tres novelas de ensueño: Por quién doblan las campanas, Al otro lado del río y entre los árboles y El viejo y el mar. Faulkner, su gran rival literario, lo ganó antes, en 1949, pero se murió un año después de que Hemingway se disparara un tiro en la cabeza. Los dos se bebieron muchas cosechas enteras de vinos, rones, whiskys y otros destilados. Pero lo más tierno de Tener y no tener es que allí se conocieron y se amaron para siempre Bogie y Bacall, y la película refleja ese amor fotograma a fotograma.