Una cosa es seguir la línea editorial de un medio y otra ser un comisario político. Cuando salen en la tele esos bustos parlantes ideologizados que no te dejan pensar, cambio de canal en busca de la duda metódica. ¿Será la función del periodista poner la tinta y todos los demás elementos de información posible al servicio del lector/oyente/ o televidente? ¿O será la de adoctrinar al servicio de un partido? ¿Será la del intelectual, buscar la verdad con la duda como instrumento? ¿O el intelectual comprometido de antaño -una especie más en vía de extinción que el oso pardo- está hoy al servicio de un partido pobre en hombres, en ideas y en proyectos pero rico en subvenciones que se aprueban ellos mismos en los descansos de sus luchas por el poder? ¿Y el político? En determinadas circunstancias, como las actuales, el político es el único que no puede dudar. No cabe la ambigüedad. No cabe, como la Chacón, ir a manifestaciones contra España y querer liderar el PSOE. No cabe, como Duran i Lleida, seguir poniendo una vela a Dios y otra al diablo. No cabe viajar por medio mundo como presidente de la Comisión de Exteriores del Parlamento español y estar impulsando consultas e iniciativas secesionistas, como el tibio que durante 30 años ha demostrado ser, beneficiándose de una y otra orilla, según convenga. En determinados momentos no cabe la equidistancia. Un hombre de Estado, que ostente una representación política, debe mostrar el camino a seguir. Aunque el sistema electoral español permita, una elección tras otra, que resulten elegidos individuos que adoptan posturas ambiguas e impresentables en cuestiones esenciales y constitucionales y aún así, sigan por ahí siendo elegidos "por sus partidos" y aspiren incluso a dirigir los destinos de España. En las difíciles circunstancias actuales no caben medias tintas.