De las elecciones europeas de 2009 a las de 2014 la participación en la UE se mantiene en el 43%, de modo que la abstención no resultó dramática. Reducirla sería positivo pero requiere tiempo y una mejor percepción de lo aportado por la UE al progreso y a la convivencia democrática de una Europa que en el siglo XX provocó y padeció dos guerras mundiales y diversos regímenes totalitarios. Todos los europeístas, populares, socialdemócratas, liberales y verdes, bajan pero suman 521 escaños de los 751. Sube la izquierda no socialdemócrata, muy crítica con las políticas económicas de la UE; también, y es de preocupar, los euroescépticos y la extrema derecha que suman cerca del centenar de escaños y el 20% del voto. En todo caso la moderación sigue siendo mayoritaria en el muy plural escenario europeo. Unas elecciones de continuidad, con alguna preocupación pero sin grandes problemas ni grandes sorpresas, salvo en Francia, que piden reflexión y medidas sobre política exterior, movimientos migratorios internos y externos, política financiera y monetaria, empleo y gobierno de la UE.

En España PP y PSOE suman pérdidas importantes, 14 escaños y el 30% del voto, pero retienen 30 escaños de los 54 y el 49,06% del voto. El bipartidismo pierde visibilidad pero sigue ahí sin desmoronarse. El PP pierde 2.600.000 votos, más de la mitad van a la abstención, y se deja 8 escaños. El PSOE pierde otro tanto y 9 escaños. Subida grande, un millón de votos, del conglomerado de fuerzas en torno a IU y sorpresa la de Podemos que, con un liderazgo muy intenso y nítido, con intenciones rupturistas y con polémicos modelos internacionales consigue un millón y cuarto de votos y 5 escaños. ¿Una oferta más en el muy fragmentado espacio de la izquierda que no tardará en desinflarse o la oferta que será hegemónica en él? Me inclino por lo primero. Su éxito repentino debe mucho a un malestar coyuntural; sus dirigentes y votantes, principalmente jóvenes y leídos, muestran excesiva querencia a empezar de cero el mundo y a tratar con urgencia y recetas simples asuntos viejos y muy complejos y, en fin, el espacio de la izquierda tiene ocupantes veteranos, muy bregados y difíciles de desplazar. Habrá que esperar a ver el alcance de esta sorpresa que, en todo caso, aporta críticas muy necesarias por lo certeras. A la privatización de sectores estratégicos, por ejemplo. Sorpresa no, sino problema el que se agranda en Cataluña al derrumbarse el PSC y ganar ERC. El independentismo está fuerte, no hay duda. Y problema de los grandes el que puede venir tras el anuncio de que Rubalcaba lo deja. De haberlo hecho la noche del batacazo en las generales de 2011 acaso el PSOE no seguiría hoy envuelto en el enredo estéril de las primarias y buscando un líder a toda prisa. Sorprenden la unánime aclamación y tanto halago a la presidenta andaluza. Nunca ganó unas elecciones porque el domingo no era candidata y además su partido perdió 300.000 votos y 13 puntos respecto a las de 2009. ¡A ver cómo salen de esta! Y como salimos, porque dado el carácter sistémico del PSOE, lo que le pase nos afecta a todos.