A once meses de las elecciones municipales, el PP gobernante en La Coruña sigue sin enterarse que la ciudad es el soporte de una estructura social. No sabe (el PP) de qué va y dónde se dirige, de la mano de un alcalde superado por la empresa asumida, que ofrece la sensación de llevar atado al pie el complejo de la inconsistencia, obstáculo insalvable, para insertarse en la vida ciudadana. La gente quiere ver de cerca a quienes ha votado, interpelarlos sobre el terreno; no les basta con el bricolaje político, ni la acción municipal, simplificada a través de los ordenadores. Y nos referimos a la política en los barrios, aspecto en el que ni el PP ni el PSOE tienen algo que reprocharse. Recordemos que, en tiempos del bipartito, el vecindario de Los Castros dio la espalda a Carmen Marón cuando oficiaba de pregonera, Yoya se vio "arrollada" por los vecinos del viaducto de la ronda de Outeiro y, en el Ventorrillo y Novo Mesoiro, la polémica Silvia Longueira fue considerada "perturbadora" del paisaje. Son personajes que conviene estibar del Ayuntamiento porque han dado su medida (la señora Marón ya ha hecho mutis). La sombra de Pikachu y Pokemon son nubarrones sobre el hemiciclo municipal coruñés, cada vez más alterado por la diferente vara de medir ya se trate de Santiago o de La Coruña. En Compostela, Feijóo "relevó" a la portavoz parlamentaria, testigo, no imputada, y forzó la dimisión del alcalde Currás, imputado por partida doble. En nuestra ciudad, el alcalde sigue colgado de su imputado portavoz con la complicidad del titular de la Xunta. Las actitudes del señor Negreira, titular, a su vez, del PP provincial y del señor Feijóo, evidencian sectarismo partidario y chalaneo político. Como la justicia no aclare antes el asunto, al Partido Popular le será difícil salir ileso de las elecciones. Ha entrado en un baile de navajas.

Otrosidigo

Las desfeitas de la era Vázquez en Someso acumulan deudas millonarias en las arcas municipales, en tanto la cúpula -no toda- de las Cajas de Ahorros desfila ante los estrados judiciales. Conocidos los dispendiosos privilegios de que disfrutaba el entonces director general José Luis Méndez, convendría conocer quién o quiénes autorizaron tamaño dislate. Vázquez y Méndez, ¡qué épocas! Nosotros recordamos a los beneméritos presidentes de la Caja, Bermúdez de Castro, Gila Lamela, López Companioni, etc., que ejercían su función con carácter honorífico.