Leo, entresacado del libro Conversaciones con el líder de Podemos, que Anguita y Beiras son los dirigentes que más admira. El primero dirigió IU de 1988 a 2000 y el segundo fue la cabeza visible del BNG más de dos décadas y hoy lo es de Anova, asociado con EU en Galicia. Lo más revelador de su admiración es que los dos dirigentes apenas consiguieron algo más que éxitos electorales menores y pasajeros. Con Anguita alcanzó IU 20 escaños y el 10% del voto en 1993 y 1996, con un PSOE agotado y cercado por la corrupción. IU bajó luego con Frutos y Llamazares hasta los dos escaños en 2008 y en 2011 no pasó con Cayo Lara de los 11 y el 7% del voto. Mucho antes con Carrillo el PCE ya había obtenido 23 escaños en 1977 y 1979 y casi el 11% del voto para caer a cuatro escaños y el 4% de los votos en el momento de máximo esplendor de un PSOE con 202 escaños y el 48% de los votos. Éxitos efímeros los de Anguita. El caso de Beiras es parecido. Condujo al BNG desde su único escaño en 1985 en las segundas autonómicas gallegas a los 18 en 1997, con un PSdG a la baja y con Fraga siempre en la cima. Ya sin Beiras en 2005, el BNG con 13 escaños de 75 llega al gobierno con los socialistas. Un bipartito vencido por Feijóo con mayoría absoluta en 2009. La andadura del BNG a partir de ese año es en caída libre hasta su ruptura en 2012 cuando el propio Beiras, su líder histórico, crea otra formación con EU, AGE, que es hoy tercera fuerza parlamentaria con nueve escaños en una cámara en la que el PP cuenta con 41. En suma, otro líder con éxitos pasajeros y menores en una Galicia que desde 1981 ha tenido en nueve legislaturas, más de treinta y tres años, ocho gobiernos del PP, seis con mayoría absoluta y dos con mayoría simple. Bien, y si no es por sus éxitos electorales por lo que Iglesias admira a Anguita y Beiras, ¿por qué será? Mi impresión es que el líder de Podemos comparte con sus admirados una fuerte inclinación al doctrinarismo, a la radicalidad de lenguaje, a la teatralidad también y al autoritarismo, componentes de un notable sectarismo que difícilmente pueden apoyar mayoritariamente los electores de una democracia plural en una sociedad plural y libre. Los discursos políticos de los tres dirigentes son doctrina pura reñida con la realidad y con auténtica fobia a las cifras que son esenciales en cualquier gestión. Discursos exentos de pragmatismo y posibilismo, de realismo. Discursos de asamblea de facultad, no ofertas políticas solventes que el elector compra cuando introduce su papeleta en la urna. Discursos que no son de fiar.

El pasado día 2, el jefe del gobierno italiano Matteo Renzi, un joven de 39 años, líder del centro izquierda, habló ante el Parlamento europeo de principios y valores, pidió políticas de inmigración, de crecimiento y de solidaridad con los del sur europeo. Renzi ha ilusionado al electorado italiano harto del siniestro Berlusconi y del payaso Grillo, demócratas de ficción, y ahora, a punto de presidir la UE, ha ilusionado a los socialdemócratas de Europa. Fue un discurso sin cifras, pero creíble por realista, posibilista y pragmático. El discurso de Iglesias fue una crítica doctrinaria, tan retóricamente demoledora del sistema y de la casta, como estéril. Escuchándole, Renzi recordaría quizás las andanzas florentinas de Girolamo Savonarola, otro crítico global del poder y la corrupción, y su trágico final.