(Romance heroico)

A Alfredo Pérez Rubalcaba, que se va a explicar Química Orgánica tras haber dejado la enseñanza pública española sin oxígeno y sin hidrógeno. Sin pulso ni aliento. Inorgánica y mineral

Gentes de la España entera, moros sean o cristianos; estrechos politiquillos, corruptos de dedos largos; nacionalistas de fuste; cuentapropistas, fidalgos; cajeras rubias del Gadis, mozos de supermercado; generales con estrellas y mílites estrellados; curas de iglesia remota, cardenales consagrados; monjas de pechos dormidos, abadesas en pecado; frailecillos pecadores y priores condenados; reyes mataelefantes y aquellos otros más cautos; reinas griegas excedentes y las de llar asturiano; ilustres mandangarines, infantas de amor cerrado; españolitos con voto y aquellos otros votados; a todos vós yo convoco tocando el tambor del llano por un anfibio sendero de pompa fecal orlado.

A todos vós yo convoco para acudir al reclamo y honrar hoy al héroe ido, al héroe más celebrado.

Don Alfredo había por nombre, de Cantabria castellano. Pilarista fue de niño, de mozo ledo y lozano. Velocista sin rival en carreras mal pagado. Sin matar moro ni conde, subióse raudo al caballo y ascendió el escalafón de un poder más intrincado que el Laberinto de Creta, con parabién de los amos. Surcando cielos sin fin y a la gloria encaramado -en unos treinta no más pero fructíferos años-, sin decir oste ni moste y un afán solo soñando, como paloma torcaz, por sus venas zureando, saltó presto el caballero sobre nobles degollados para llegar a ministro de aquel Felipe añorado, quien con aquel Maravall, el sueño logsaico alzado, decidiera por decreto, regalar el aprobado. Con señoritil desprecio a tanto humilde esforzado.

Más tarde, con Zapatero, sobre cuatralbo alazano, a los desfavorecidos repartioles de buen grado títulos de mula gruesa y blando pienso de establo.

Salieron pues de las aulas hacia el tiempo tributario muchos humildes cautivos, y muchos encadenados. Muchos humildes cautivos, muchos de corazón blanco. Muchos humildes cautivos, entre el fulgor de los nardos. Muchos humildes cautivos, de título almidonado.

Ahora aquí en el Palacio, el nuevo Rey proclamado, porque yo mudo no fuera, ante el Mundo congregado, contaros he un buen suceso, cuando acabe el besamanos.

Monarcas al gallarín, autoridades y mandos, faranduleros y cortes, bufones, putas y enanos, oídme todos vosotros, oídme los aforados. Pon atención también tú, Rubalcabo, Rubalcabo. A ti en especial te miro, con un halcón en la mano:

Porque holgada sea la fiesta al empezar el reinado, entre brillos y laureles -aunque nadie me ha llamado-, por un vaso de buen vino de Monterrei y sus pagos, contaros he un buen suceso, contaros he un chusco caso que ha poco que aconteció en clase de castellano.

Allí estaba el profesor, te lo juro Rubalcabo, explicando a la mesnada los tipos de predicado. Interrumpiólo sutil un ruidillo acompasado. Volvió el profesor los ojos de la tarima en lo alto tratando de esclarecer aquel runrún delicado que a la grey movía a risa a carcajada y escándalo.

Nada pudo averiguar y tornóse al encerado. Acometió con denuedo y aún con probo entusiasmo su labor de desasnar a tanto mortal asnado.

Resístese la mesnada, prefiere matar el rato, jugando a los submarinos aquellos más preparados. Muchos otros piden tute, que din cabrón y arrastrado.

Entonces ve el profesor, hombre recto y entregado, que se impone negociar y reclama al delegado: Si en lo que queda atendieren a asunto tan denostado, un cuento les contará, un cuento, dijo, de grado.

Mas la tropa desmayaba del esfuerzo derrochado e indolentemente mira al profesor aliviado que prosigue la lección con ánimo redoblado?

El dómine estando en esto, escuchó sobrepasado, aquel ruido sutil, compulsivo, acompasado. Pónese fuera de sí, maguer que es hombre templado, y atisba ya al pupilaje bermejo y acalorado, cuando muy cabe de él, desinhibido un muchacho, mastúrbase con fruición y sus ojillos en blanco?

¡A despecho del sujeto!... ¡Y también del predicado!

No supo aquel profesor, en disparate tamaño, ante tanta humillación, conducirse en aquel paso.

Consultó de buena fe las leyes de arriba abajo sin hallar en parte alguna respuesta que venga al caso.

¿Es la LOGSE sacrosanta que rompe con el pasado? ¿Es la lúdica enseñanza que reivindica el orgasmo? ¿Lúdicos hemos de ser? ¿En la clase y mano a mano? -díjose el pobre maestro, díjose el pobre abrumado-.

Y demandó parecer al ministro Rubalcabo, cuya vida guarde dios por los años de los años para que un día nos provea de consejos ponderados que nos guiarán en el trance si el onanista probado, objetando aprendizaje, aprobase de un plumazo.

Respondiérale el ministro, recogido y franciscano, tal respuesta le fue a dar. Hablara allí Rubalcabo, bien oiréis lo que dirá:

"Dijo Cervantes el Manco que cumple saber gramática a quien gobierne el cotarro, mas no que la concordancia aproveche al gobernado? Si nosotros las mandamos, ¿qué cumple tanta sintaxis y tanto significado para quien reme en galeras?... Gozo sin fin ni quebranto? ¡Así debe ser la escuela!".

Con insólito entusiasmo el gallinero aplaudía y proclamaba engallado por boca del portavoz, el gallináceo Eduardo:

"Rápidamente la multiplicar aprendiendo de tabla estamos. Dotadas muy literatura somos de historia. Química menos un poco. Desastre ahora hasta deportes. No importa pero: de será gallinas cosmos el, carajo que".

A la vista salta ya aquel éxito trazado para la escuela española por aquel químico orgánico.

¡Brillante espejo de España, el onanista aprobado!