Les aseguro que este primer día de noviembre, festivo, viene tan cargado de datos socioeconómicos que poco tiempo da a leerlos y asimilarlos antes de recibir más. El clásico y siempre esperado informe FOESSA, de Cáritas, y un excelente texto de Unicef sobre la situación de la infancia vieron la luz estos días. Y anteayer, Oxfam presentaba su informe Iguales, un riguroso planteamiento sobre la cuestión de la desigualdad y sus dinámicas, qué mundo dibujan y cuáles son las perspectivas de futuro para el conjunto de la sociedad. Hoy, si les parece, comentaremos algunas ideas al hilo de igualdad y desigualdad, en un momento en que se habla más que nunca de estas cuestiones, quizá porque hay mucha conciencia de que nada es inmutable y de que todo se puede modelar.

Soy de los que piensan, se lo adelanto ya, que puestos a modelar, sería conveniente reflexionar largo y tendido, serenamente, sobre los elementos socioeconómicos que están produciendo una mayor brecha social en nuestros días. Dicho de otra forma, la capacidad de generación de riqueza en nuestro entorno próximo -que la hay- está produciendo un resultado muy segmentado, concentrado en los nichos socioeconómicos más altos. Así, mientras la clase económica media sufre un recorte de sus posiciones, la riqueza se concentra más y más, y el ritmo de creación de nuevos millonarios se ha multiplicado por cuatro. El mercado del lujo conoce tiempos de expansión y de bonanza y, al tiempo, las familias con dificultades para llegar a fin de mes representan un porcentaje altísimo del total. La riqueza se concentra, se acumula, se agrega. Y, como siempre que ocurre esto, la pobreza se expande, se hace fuerte y erosiona los segmentos económicos medios, alcanzando a una enorme parte del conjunto de la sociedad.

Conocido esto, lo importante es entender por qué ocurre esto, qué falla en nuestra sociedad. Y no porque sea novedoso o malo que los que más tienen ganen más, sino porque hay indicios suficientes de que, en esta ocasión, la tasa de redistribución de la riqueza está, para muchas capas de población, por debajo de lo mínimo aceptable. Dicho de otra forma, si fruto de un proyecto económico potente, se satisfacen las expectativas de todos los grupos de interés del mismo, y tanto el accionista como el trabajador, pasando por el proveedor obtienen una remuneración digna y acorde a su aportación, perfecto. Pero, hoy, esto no es así en muchas ocasiones. La codicia presenta su cara más afilada, y hay quien se atreve a explicar que aspirar a hacer una cesta de la compra digna y vivir normalmente es querer estar por encima de las posibilidades de la persona. La cultura de los minijobs, que ha hecho estragos en la Alemania de Merkel, es un ejemplo evidente: hoy ser trabajador y pobre es una situación compatible. Hemos de proteger al tejido económico y, en particular, a la empresa. Pero no a costa de depauperar hasta la extenuación y unilateralmente a uno de sus actores, sus trabajadores y trabajadoras. La clave es, de alguna forma, equilibrar. Diseñar y poner en práctica mecanismos para que el hecho económico produzca mayor redistribución de la riqueza, dibujando una sociedad más viable en su conjunto.

Abundar en la desigualdad es no invertir en futuro colectivo. Las sociedades muy desiguales son sociedades, hasta cierto punto, fallidas. Si nos quedamos sólo en la esfera del progreso individual, haciendo elipsis de lo social, perderemos. Y estaremos construyendo los muros de cárceles individuales, dentro de las cuales el oro de poco sirve. Mayores tasas de igualdad nos dan bonanza y estabilidad, optimismo, alegría y seguridad. Las sociedades más rotas son aquellas en que los parámetros que miden la desigualdad son más altos. Es algo objetivo, cuya evidencia no se puede soslayar a poco que uno viaje o acuda a las hemerotecas.

Les dejo en esta jornada de festivo, en días de magosto y de recordar a los que ya no están. Me quedo leyendo, acompañado de estos trabajos desde el ámbito de la sociedad civil, que representan esperanza. O, al menos, un aporte riguroso que hace un buen diagnóstico con vocación de servicio público y orientado al bien común, punto de partida de cualquier trabajo serio, que debería ser tenido en cuenta. Disfruten el momento y, a la vez, planifiquen un mundo mejor. Es, también, su tarea.