He de convenir, aunque mi experiencia aún es corta, que no hay una sino miles de Galicias. Así resumo lo que aprecio en cada desplazamiento por la tierra gallega, que es única, pero tan distinta y variada que se me hacen miles. Y a veces sorprendente, porque los estereotipos no siempre aciertan. El pasado fin de semana, sumido aún en ese sorprendente veranillo que la meteorología ha querido regalarnos en pleno mes de octubre, me desplacé al sur, estuve por Nigrán (Panxón, Vigo) y desde la terraza del bar veíamos a gente en bañador, varios por la playa y otros dentro del agua. El domingo, al norte, anduve la mariña lucense, por Vivero y Burela, y el panorama era también veraniego. Y a mitad de costa, igual. Me contaba un amigo que tuvo que advertir a un matrimonio que se pensaban comprar un apartamento en Carnota, por la belleza del sitio y el buen tiempo reinante, les avisó, decía, para sacarles de un posible engaño que esa climatología no era la habitual. Pero, ¿qué más da? Se ha popularizado un anuncio que potencia a Galicia y lo gallego tanto si llueve como si no, e incluso se disfruta también sabiendo que ya escampará.