Podemos es un partido virtual por más que se asegure su llegada al gobierno solo o en compañía de otros o se augure en prensa internacional que su nombre ahuyenta ya a los inversores, eleva la prima de riesgo y hunde la Bolsa. Desde la tele y el CIS Podemos condiciona la política a izquierda y derecha mientras se adjudican presidencias y Alcaldías a Iglesias, Monedero y Errejón. Mantengo, como en otras columnas, que Podemos es, por ahora, una promesa, y que finalmente será poca cosa.

El domingo pasado, convencido de la inexistencia real de Podemos, fui a la presentación del Curso urgente de política para gente decente. Su autor, Monedero, puso al sistema como chupa de dómine. Nada que al centenar de asistentes, rojerío canoso, ilustrado, nostálgico e indignado, sí, pero escéptico y autocrítico con las ensoñaciones de antaño, le sonara de nuevas. De vez en cuando son placenteras esas sesiones de rejuvenecimiento. Al salir de la librería Lume la realidad de Podemos me seguía pareciendo virtual. Su éxito, hoy por hoy, se sostiene en dos patas. Un imponente apoyo mediático, que canta por lo muy contradictorio, sin el cual Podemos se reduciría a cinco europarlamentarios sin más proyección que la escasa que tienen los otros cincuenta europarlamentarios españoles y una lista de escándalos indignante que nos reafirma en la escéptica convicción de que los cambios políticos, transición democrática o revolución chavista, llegan inexorablemente lastrados de yerros y limitaciones, y de que los cambios culturales y de mentalidad son más lentos y complejos que la mudanza de ideología y de constituciones. Sobre estas dos patas Podemos galopa en pantallas y sondeos, sin dejar de ser puro y simple discurso crítico. Palabras.

Se dirá que, como en el evangelio de San Juan, en el principio era el verbo, la palabra, y que menuda la que armó con el tiempo la dichosa palabra. Que se empieza discurseando y se acaba gobernando, expropiando a los ricos, confiscando farmacias, controlando a la prensa, uniformando a la gente y liquidando a la oposición. Puede ser, pero cuesta creerlo. Podemos es una realidad virtual que se hará tangible cuando baje a la arena política a competir. Las europeas se parecen poco a otras elecciones y no acabo de ver como puede llegar Podemos a las generales de noviembre de 2015 solo por la cobertura mediática y con el monotemático discurso de la corrupción y la perversidad del prójimo, porque la gente vota para tener un gobierno y una oposición, aunque no falte quien se contente con usar la papeleta para dar un cogotazo a los grandes. Si Podemos no concurre a las municipales al menos en las 140 ciudades con más de cincuenta mil habitantes evidenciará que hasta las de 2019 nada tiene que ofrecerles a los millones de electores/vecinos preocupados por el tráfico de su ciudad, los servicios municipales, los impuestos, la especulación o el paseo para perros y bicicletas. Y si no se presenta a las autonómicas coincidentes con las locales, millones de asturianos, cántabros, extremeños o canarios pensarán, con razón, que hasta las próximas, en 2019, Podemos nada le propone a la España autonómica. Cuatro años ignorando a la España local y regional son demasiados. El sermón de crítica y remedios fáciles es cómodo y da para un desahogo, pero no da para debutar con pretensiones en las generales de 2015. Lo dicho, Podemos es ahora una realidad virtual y será flor de un día.