La Autoridad Portuaria de A Coruña ha fijado provisionalmente para 2017 el arranque de la operación de venta de los muelles de Batería y Calvo Sotelo destinada a financiar una parte del coste de la construcción de la dársena exterior en Langosteira. La confirmación definitiva de este calendario dependerá no obstante de la evolución de la demanda del sector inmobiliario, cuya particular crisis dentro de la crisis general ha obligado hasta ahora a posponer la iniciativa por las bajas expectativas de negocio. Con la venta de los muelles, el Puerto pretende aliviar un poco la carga financiera de 329 millones que soporta por los créditos solicitados al Estado y al Banco Europeo de Inversiones solicitado para hacer frente al sobrecoste de las obras de Langosteira, como el presidente Enrique Losada explicó al anunciar el horizonte de 2017. Para más adelante quedaría la venta todavía sin fecha de los terrenos ocupados por Repsol en el puerto petrolero, que no comenzarán a liberarse hasta 2018 y sobre los que no hay aún un acuerdo de plazos para trasladar las operaciones de carga de combustible refinado.

La iniciativa de trasladar las actividades del puerto coruñés a una dársena exterior en el ayuntamiento de Arteixo fue impulsada en 2002 por el exalcalde Francisco Vázquez y el entonces ministro de Fomento Francisco Álvarez-Cascos. Pese a que la idea se promovió como una reducción de los riesgos del tráfico petrolero tras la marea negra del Prestige, lo cierto es que la puesta en marcha del puerto exterior en plena fiebre del ladrillo siempre estuvo ligada a las expectativas de negocio inmobiliario que despertaba la liberación de terrenos en el céntrico puerto interior.

La fórmula financiera prevista por Vázquez para hacer frente al costoso proyecto se basaba precisamente en la venta de los muelles interiores. La explosión de la burbuja inmobiliaria que desencadenó la crisis económica, por un lado, y los erróneos cálculos de coste de la colosal obra estimados, por otra, tradujeron esa bonanza en el cuento de la lechera. Las permanentes complejidades con las que las obras de Langosteira fueron tropezando fueron acumulando un sobrecoste que situaba su coste en 744 millones en 2013, frente a los 429 inicialmente licitados al comenzar las obras en 2005.

La Autoridad Portuaria se vio obligada a solicitar al Estado en 2011 un crédito especial de 250 millones para afrontar ese sobrecoste, que quedó ahora en 200 por la contención de gasto y tiene pendientes de amortizar otros 129 con el Banco Europeo de Inversiones. El crédito pedido al Estado no empezará a amortizarse hasta 2021 y contará con un plazo de 30 años a partir de esa fecha.

El presidente del Puerto, Enrique Losada, estima que en 2017 podrían alcanzarse unas mejores condiciones en el sector inmobiliario para poner en marcha la venta de los terrenos de la dársena interior que permiten un desahogo económico. Losada advierte sin embargo de que habrá que esperar a ver si esa mejora esperada del sector inmobiliario se produce realmente para esa fecha. La Autoridad Portuaria mantiene con sensatez que no tendría sentido abrir la operación de venta en el caso de que el precio de los terrenos no repunte y las empresas no muestren interés por la compra. La última tasación de los muelles que van a ser vendidos los valoraba en 200 millones de euros.

Esta reserva es fundamental, ya que el gran espacio privilegiado de céntrica fachada marítima que liberará el traslado de la actividad portuaria alcanzará un altísimo valor cuando se recupere la situación económica. Los muelles que saldrían a la venta en una primera fase son precisamente los más golosos desde un punto de vista inmobiliario, ya que abarcan desde el complejo de ocio Cantones Village hasta la plaza de Ourense. Una verdadera milla de oro de fachada marítima paralela a los jardines de Méndez Núñez. Malvender ese patrimonio precipitadamente por la tentación de disponer de fondos en un futuro inmediato sería desaprovechar una oportunidad única que no se le volverá a presentar a la ciudad coruñesa.

En cualquier caso, la venta de los muelles no puede quedarse solo en una operación económica que alivie las finanzas del Puerto. Estamos hablando de la mayor recuperación urbanística en la fachada marítima de A Coruña que no debería abordarse sin un consenso político, social, económico y arquitectónico. Es precisa una total transparencia en la génesis del futuro uso de ese futuro nuevo y privilegiado espacio urbano que redunde en el despegue de la ciudad y disipe cualquier duda de interés especulativo.

Sin olvidar aprender de los errores del pasado, para que no se repitan. A Coruña ya desaprovechó una ocasión similar con el fallido complejo arquitectónico de Bofill y César Portela que ocupó los terrenos de la antigua estación marítima con pésimos resultados que han causado la desafección de los coruñeses. Las críticas al diseño de Palexco y el anexo edificio de ocio coinciden en el deficiente aprovechamiento del entorno marítimo en el que se asientan. Hasta el punto de que su propio mentor político, Francisco Vázquez, no dudara en calificarlos finalmente de "mamotretos".

Una ventajosa venta de los muelles de Batería y Calvo Sotelo servirá para reducir la importante deuda del Puerto por las obras de Langosteira pero debe ser también una herramienta para el progreso de la ciudad. Evitemos que una ocasión única para impulsar A Coruña no se quede en una oportunidad perdida.