Horrorizados dicen que se quedaron los máximos dirigentes de Ciudadanos con la difusión de los mensajes de WhatsApp cruzados entre la que iba a ser su candidata a la Alcaldía de A Coruña y el diputado del Partido Popular Juan de Dios Ruano. En ellos, Lola Prieto recomienda a los populares el fichaje de una amiga suya, recién expulsada del partido naranja, a la que por ser ella y por su condición de sanitaria atribuye la capacidad de captar montones de votos. A esa filtración siguió la publicación en redes sociales -y determinados blogs partidistas- de una serie de fotografías en las que se puede ver a Prieto y a su recomendada junto al propio Ruano, a Feijóo o a Rueda en actitudes amistosas, incluso de complicidad, en todo caso impropias de rivales políticos.

Puede que ese material gráfico fuese la gota que colmó el vaso, hasta el punto de que desde el entorno de Albert Rivera se decidió no presentar candidatura en la capital herculina, a pesar de que el escenario era de lo más propicio. De hecho, algunos sondeos divulgados estos días les otorgaban varios asientos en la Corporación municipal e incluso la llave de la gobernabilidad, seguramente en parte como consecuencia de la inercia ascendente derivada de los buenos resultados alcanzados en Andalucía.

En la sede barcelonesa de Ciudadanos no están por la labor de dar luz verde a listas que "no están maduras" y encima no han pasado el filtro de unas primarias serias, que sólo son obligatorias en agrupaciones de más de 150 militantes. Y menos aún si quienes las encabezan carecen de la seriedad personal y política que requiere la representación de una marca en alza y por ello muy atractiva para oportunistas o advenedizos sin escrúpulos. Se pueden correr riesgos, pero hasta cierto punto. Hay que evitar que un buen resultado electoral acabe siendo un lastre para una organización que no quiere crecer a cualquier precio. Una retirada a tiempo puede acabar siendo una victoria.

El aluvión de afiliados y simpatizantes procedentes de UPyD ha generado en Ciudadanos una situación tan propicia para sus aspiraciones electorales como difícil de gestionar. De ahí que extremen aún más las cautelas, a sabiendas de que no todo el monte es orégano y se acabará colando más de una mala hierba. En el caso concreto de A Coruña y dados los antecedentes de otras ciudades, lo vieron muy claro y tomaron la dolorosa decisión de renunciar a competir el 24-M, que difícilmente van a reconsiderar, por más que para algunos dirigentes locales siga en duda la batalla hasta el último minuto. Si al final hay lista, no será en ningún caso la de Lola Prieto y compañía, sino otra de borrón y cuenta nueva, aunque eso suponga rebajar sensiblemente las expectativas de voto o quedarse a las puertas de María Pita.

Contra lo que se pudiera pensar a bote pronto, en el PP coruñés no todo el mundo celebra la noticia de la incomparecencia de Ciudadanos. Para algunos es un competidor menos en su propio espectro ideológico, alguien que pescaría en las aguas del centro derecha y en el caladero del electorado más descontento con la gestión de Carlos Negreira. Para otros, sin embargo, Ciudadanos podría atraer con su papeleta a sectores tradicionalmente conservadores que, por cabreo o por lo que sea, a día de hoy están pensando quedarse en casa. Los populares saben que, si se quedan al borde de la mayoría absoluta, dos o tres ediles naranjas posibilitarían mantener la Alcaldía herculina. Lo que habría que ver es a qué precio les iba a salir la gobernabilidad.