El discernimiento, querida Laila, siempre ayuda, mientras que la confusión y el batiburrillo desconciertan y perjudican. Lo digo, querida, por las frecuentes declaraciones, tan bienintencionadas como confusas, que muchos dirigentes suelen hacer ante los atentados criminales del yihadismo. "Nada tiene que ver con el islam, que es una religión de paz", suelen decir. Su intención es separar legítimamente a la gran mayoría de los musulmanes del terrorismo y evitar así su injusta criminalización. "No son musulmanes", llegan a afirmar, "son terroristas". Cuando la realidad es que son las dos cosas y esgrimen la justificación religiosa y teológica para avalar sus crímenes. Es como si nosotros dijéramos que los cruzados o los inquisidores, que también justificaban su violencia y sus crímenes con su fe, no eran cristianos. Más sensato, clarificador y, desde luego, más neutralizador de la violencia es fomentar la reflexión crítica sobre las ideologías y religiones que el ser humano ha creado. Hoy en día la gran mayoría de la población mundial se encuadra o está bajo la influencia del monoteísmo, de las tres grandes religiones del Libro: judaísmo, cristianismo e islam, que se forjaron en confrontación con nuestras antiguas religiones politeístas. Suelen verse los monoteísmos como un avance en el pensamiento filosófico y teológico de la humanidad pero, como toda creación humana, no dejan de tener sus contradicciones y sus peligros. Lo demuestra la historia y todos somos testigos de ello. El handicap principal de cualquier monoteísmo está en su ineludible concepción de ser y constituirse como religión verdadera única, lo que lleva a excluir tajantemente cualquier otro pensamiento religioso y a facilitar el fanatismo, la intolerancia y el fundamentalismo. De este mal han padecido y padecen los hijos de Israel, los hermanos de Cristo y los fieles de Mahoma. Sin embargo los universos judaico y cristiano, aun conservando en su seno reductos de fanatismo, intolerancia e incluso violencia, han sabido adaptarse en general a los avances del pensamiento global, al laicismo político, al pluralismo ideológico y, en consecuencia, a la relativización de las creencias religiosas, eficaz vacuna contra todo fundamentalismo. Lo han conseguido por las circunstancias históricas, el entorno geopolítico y el contexto en que se han desarrollado y que los ha obligado a releer, desde aquí, sus libros sagrados, teniendo en cuenta el sitz im leben o contexto histórico en que estos textos surgieron. Con ser, de las tres, la religión más moderna el islam no ha vivido este proceso porque ha sido otro el ámbito geopolítico y el contexto social y cultural en que ha germinado y se ha desarrollado. La consecuencia es que se ha quedado anclado en la lectura del Corán que se ha hecho desde la Meca olvidando al Mahoma de Medina donde Mahoma en su etapa primigenia hace proselitismo y se confronta con el politeísmo por la vía del convencimiento y la fraternización. El islam era una religión de paz en Medina, pero dejó de serlo en la Meca, donde verdaderamente nace la yihad. Así lo piensa, por ejemplo, la escritora y política feminista de origen musulmán somalí y nacionalidad neerlandesa Ayaan Hirsi Alí, que entiende imprescindible para el mundo musulmán la relectura del Corán para volver a los orígenes: desde la Meca a Medina. Es la vuelta renovadora a las fuentes, que también se hace en los otros monoteísmos.

Mi conclusión, querida, es que en la lucha contra el yihadismo se necesita la política e incluso puntualmente la defensa por la fuerza, pero será imprescindible la reforma del islam que abordan los mejores musulmanes.

Un beso.

Andrés