Saludos, señoras y señores, en este último artículo de noviembre de 2015. Estamos en la antesala del mes de diciembre, final y finiquito de un nuevo año que guardar en la mochila. Si nada se tuerce, en breve estaremos ante las doce uvas. Si parece que fue ayer cuando estrenábamos las primeras jornadas del mes de enero de este año... Y ahí vamos, poniendo casi punto y final a este que pudo ser el año de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, en versión light y postergada. Pero ni eso...

Hay infinidad de cuestiones, estos días, sobre las que me gustaría iniciar un debate con ustedes, o sumarme a sus propias cavilaciones sobre ellas. Hace nada celebrábamos, un año más, pero con la misma vigencia de siempre, la jornada contra la violencia que se ejerce sobre la mujer por una sociedad aún sexista. Una lacra que sigue matando y destrozando la vida de muchas mujeres a nuestro alrededor y sobre la que, en estos días, quiero volver a profundizar con ustedes. Al tiempo, hemos tenido una nueva edición del día dedicado a las personas en situación de calle, sobre el que hacíamos un anticipo hace no mucho tiempo, y que ha traído nuevas reflexiones y propuestas para intentar frenar la exclusión social de personas, como usted y como yo, que no disponen hoy de un techo donde cobijarse. Tema que nos interesa, claro está, y que también queda apuntado para ser planteado en breve.

Podríamos hablar también de este Viernes Negro que el comercio nos presenta, auspiciado por las grandes multinacionales, y que yo creo que resume lo peor del hecho comercial, por otra parte altamente necesario y verdadero instrumento de intercambio y dinamización económica y social. Pero que pierde todo su sentido cuando la única lógica del mismo es la compra porque sí, el fomento de la compra compulsiva o el vender y comprar por encima de todo.

Creo que muchos de los actores políticos están perdiendo los papeles, literalmente, en su "todo vale" ante las próximas elecciones generales. Y lo hacen por su participación, a veces exagerada, histriónica, desproporcionada y convertidos en estrellas del pop, en toda suerte de programas de televisión. Parece que su máxima fuese que hablen de ellos, aunque -visto lo visto en tales episodios- hablemos mal. Lo último, el señor Presidente del Gobierno metido con su hijo a comentarista deportivo. No sé si quién alumbró tal aparición estelar pretendía dar imagen de familiaridad, normalidad o que otro valor, pero el resultado, desde mi punto de vista, no le ha hecho gran favor al Partido Popular. Sobre tal forma de concebir el marketing político, en el que están cayendo todas las opciones en lucha, tendremos oportunidad de reflexionar. Sobre las canciones de uno, las peleas en el plató del otro o, incluso, sobre las ausencias y los plasmas.

Pero hoy, anunciado todo lo que quiero plantearles en estos días, donde tendrá cabida también la conmemoración del 1 de diciembre, jornada mundial dedicada al VIH-sida, o una nueva referencia al Giving Tuesday, que también se celebra este martes, quiero hacer otra cosa. Y esta no es otra que dar la bienvenida a un coruñés que, desde mi humilde punto de vista, ha hecho algo grande. Y por eso, con admiración y cariño, quiero darle un caluroso abrazo y manifestarles a ustedes mis respetos por él.

Rafa vuelve hoy a casa. Se le espera a media tarde en A Coruña. Este artículo, como si fuese una road movie, está escrito ayer de camino a Guitiriz, antes de poder compartir con él un café y unas palabras. Y hoy, si todo va según lo previsto, él volverá a la ciudad. La última vez que le vi fue el 17 de mayo de 2013, también en Guitiriz, al término de su primera etapa. Y es que, durante dos años y medio, Rafa ha viajado por el mundo a bordo de Rosalía, su bicicleta, hasta llegar a Irán, Nepal, India, Birmania y, salto en avión de por medio, Australia.

No es nuevo ni raro el fenómeno de los viajeros-aventureros-deportistas en bicicleta. Hay muchos, sí. El amigo betanceiro Xabier Ares, Japy, ya había pedaleado desde su casa hasta tierras lejanas. Y alguna vez, yendo por el mundo, me encontré a empedernidos viajeros, de los que ya les he contado. En Addis Abeba, por ejemplo, un vitoriano llamado Lorenzo me contó que encontró el amor, cuando buscaba arreglar una llanta tras llevar ocho años pedaleando por todos los continentes. Pero esto, la relativa normalidad y habitualidad de estas cuestiones, no le quita mérito, riesgo ni interés. Impresionante.

Y es que yo pienso que un viaje de estas características te reinventa como persona. Te hace valorar lo verdaderamente importante. Te abre a los demás. Te permite valorar lo bueno de tu día a día. Y, también relativizar penas que nos parecen insalvables y que no dejan de ser sino minucias. Un viaje de estas características te da un bagaje verdaderamente enorme. Y te hace cambiar mapas, esquemas mentales y prejuicios por personas con nombre y apellidos, gentilicios por sonrisas y teletipos por realidades. Un viaje así, que no es para todos los públicos, enriquece y dota de visión y contenidos a quien, de partida, ya tiene un don especial que le empuja a tal paso.

Bienvenido, amigo Rafa. Shikamoo, o sea, "a tus pies", tal y como aprendí en Tanzania. La gesta lo merece.