En esto coinciden Feijóo y Besteiro y así lo han proclamado en los últimos actos de campaña. Las elecciones de hoy en Galicia son cosa de tres, a saber, Partido Popular, PSOE y En Marea, la alianza de la Anova de Beiras, la Esquerda Unida de Yolanda Díaz y Podemos. Ciudadanos puede conseguir representación en alguna o en las dos provincias atlánticas, mientras que NÓS-Candidatura Galega, la marca del BNG para esta ocasión, lo tiene muy difícil a juzgar por los datos que arrojaron los sondeos tipo tracking de los últimos días, que está por ley prohibido difundir, pero que manejan internamente casi todos los partidos.

Los pronósticos demoscópicos apuntan a que la participación será alta, a pesar de las fechas prenavideñas y de una meteorología un tanto adversa (estamos a las puertas del invierno, aunque no lo parezca por las temperaturas, y se prevé una jornada lluviosa). El voto por correo, que bate récords, es todo un síntoma, a la vez que un motivo de preocupación general, porque nadie se atreve a hacer estimaciones sobre a quien beneficiarán esos sufragio por vía postal, aunque se ha constatado que en su mayoría son votantes jóvenes y gente que está ausente estos días de su domicilio habitual por desplazamientos vacacionales o por motivos familiares o laborales.

Los populares han movilizado la potente maquinaria electoral de que disponen en Galicia para convencer a su parroquia, tanto en el rural como en las ciudades, de lo mucho que está en juego como para desperdiciar por comodidad o por indolencia un solo voto. Hay constancia de que los militantes más comprometidos, incondicionales, los de toda la vida, llevan semanas dándolo todo, desde el convencimiento de que aún es posible ganar para la causa a una parte importante de los afines descontentos. Muchos de ellos estarían tentados a votar Ciudadanos como una forma de castigar a un PP que les defraudó pero no demasiado, es decir, sin propiciar la llegada de un inquilino de izquierdas a La Moncloa apoyado por el populismo rupturista.

En la recta final de la campaña, los socialistas gallegos empezaron a tomar conciencia de que En Marea puede superarlos en votos y en escaños, gracias a la clara tendencia ascendente de Podemos en toda España y al tirón de los nuevos gobiernos locales de A Coruña, Santiago y Ferrol. Hasta tal punto se llegó, que hay miembros de la ejecutiva de Besteiro que considerarían el empate en la segunda posición como un buen resultado, o un mal menor. Entienden que sería un aceptable punto de partida en la carrera hacia las urnas autonómicas de 2016, que están más cerca de lo que parece y en las que mucho va a influir lo que ocurra este 20-D y la ecuación de gobernabilidad que de él resulte.

El Bloque tiene todas las papeletas para ser el gran damnificado en este proceso electoral, si se ve privado de la presencia parlamentaria que mantuvo durante décadas en el Congreso de los Diputados. La frustración, sin embargo, alcanzará a un sector de ciudadanía mucho más amplio que el tradicional votante frentista. Son los miles de nacionalistas-rupturistas sin adscripción partidaria que, al no haber sido posible, por personalismos o partidismos, la deseada gran coalición o plataforma unitaria a la izquierda del PSOE, consideran perdida una oportunidad de oro para que Galicia tenga peso específico y capacidad de influir en el desarrollo de lo que unos llaman segunda transición y otros nuevo proceso constituyente.