Lo de Rajoy fue un gesto excesivo de respuesta indignada a los manotazos recibidos de Sánchez desde el cara a cara electoral. La respuesta a sus reiterados y despectivos noes. La expresión irritada de un presidente que, profundo conocedor del delicado estado de la Nación, presiente el desastre al que puede llevarnos un presidente con 90 escaños con o apoyado por Iglesias y con la abstención o ausencia de los independentistas. Un gesto duro para hacer ver a Sánchez lo que puede esperar de un PP en la oposición y de los más de siete millones de votos despreciados por el socialista.

La corrupción habita entre nosotros desde siempre. Es uno de nuestros perversos signos identitarios que afecta a todas las siglas en todos los ámbitos públicos y privados de poder y dinero, penúltimos sospechosos los presidentes de las federaciones de fútbol y baloncesto. Sucede, sin embargo, que ahora, por fin, empieza a ser combatida en las alturas con buenos resultados y hay que celebrarlo sin confundir las cosas. Puede que la corrupción tremenda, crecida con Aznar en Moncloa, con Aguirre, Camps y Matas en las presidencias autonómicas, acabe por llevarse por delante a Rajoy, como a Pujol o Chaves y Griñán, pero solo con el programa contra corruptos acaso se forme gobierno, pero no se tiene uno estable y eficiente que es de lo que ahora se trata. Rajoy rechazó honestamente la propuesta del Rey mientras Sánchez la aceptaba pretencioso sin tener siquiera el asa del cesto cuyos mimbres dice estar a punto de encontrar. O nos está haciendo perder un tiempo precioso o va a hacer un cesto lleno de espinas y agujeros inservible para gobernar. En su documento hace propuestas que no están en su mano como la reforma constitucional o la petición a la UE de flexibilidad para el déficit y promete un aumento del gasto respaldado por la cuenta de la vieja. Y en el colmo de la frivolidad ¡le pide a Rajoy apoyo en asuntos de Estado¡. Sánchez consiguió sin grandes dificultades que, desconocido como era, lo auparan al liderazgo del PSOE y está utilizando la investidura para fortalecerse. Lo grave para todos es que equipara la dirección del partido con la del Estado que es la que corresponde a un presidente del gobierno y piensa que otros, Rivera, Iglesias, Méndez y Toxo, Garzón, Puigdemont, el PNV y ¡hasta Rajoy¡ le van a hacer o facilitar el trabajo.

De los importantes conoce ya la respuesta. Lo de la mano fue el claro anuncio de lo que ofrece Rajoy. La respuesta de Iglesias vendrá pronto en forma de más

exigencias programáticas y de carteras que, o bien harán imposible la investidura o bien harán imposible un gobierno estable. Puede que Iglesias prefiera apoyar a Sánchez a cambio de carteras, su vicepresidencia entre ellas, habida cuenta de que las turbulencias en Podemos y los socios van a más y no le garantizan repetir éxitos electorales. Pero es cierto también que puede tener dificultades para disciplinar el voto de un grupo parlamentario de tantas siglas. Iglesias, en todo caso, tiene ahora la sartén por el mango y el mango también. La incógnita es Rivera que se equivoca si cree que los mediadores pueden ir siempre de neutrales eludiendo toda responsabilidad. Y de los independentistas para qué hablar. Aunque pienso que el acuerdo que propone Rajoy es la mejor solución, apuesto por nuevas y prontas elecciones tras la fallida investidura de Sánchez porque, pese a todo, no imagino a Iglesias de vicepresidente.