Se decía que Fraga "tenía el Estado en la cabeza" y que José blanco, en su época de titular de Fomento, "llevaba el gobierno en el bolsillo". Como ejemplo, anunció el Plan de Impacto Ambiental de Alvedro antes de su aprobación. A esta operación, abreviar procedimientos de trámite, se le llama "voluntad política". Es lo que le ha faltado al alcalde de La Coruña con la apertura del túnel del Parrote, en una etapa turística (estacional), como la de la Semana Santa, en la que cualquier renuencia puede afectar los intereses económicos de varios gremios. Los pretextos municipales que circularon son tan difíciles de entender como de explicar. Mar Barcón, jerarca socialista y veterana concejala, denunció hace unos días que "La Coruña está paralizada", sentencia a la que cabría añadir "por la intransigencia".

El gobierno local, sujeto al catecismo populista, no debe haber calibrado que sus postulados suelen dejar a los líderes a la intemperie, porque los métodos -incluso los exculpatorios- pertenecen al clásico del maxmordón, que pospone sus obligaciones con el ciudadano.

Hay que evitar a los ediles portátiles, ahora entregados a la higiénica tarea de revisar el urbanismo patrimonializado de etapas anteriores, tarea que no deben empequeñecer haciendo lo propio con la Banda Municipal de Música. Esta clase de populistas acostumbran a confundir la política responsable de acercarse a la gente, con la (política) interesada que practican allegada a su gente y al proselitismo. Son como las luces del semáforo: cambian del rojo al verde cuando no quedan pasmados en el ámbar.

Otrosidigo

Las instituciones públicas han de ser laicas y neutrales, pero cuando los individuos con creencias mayoritarias conforman una gran sociedad en su dimensión colectiva, esta ha de ser reconocida y respetada. No se puede sestear en la filas de la lealtad ideológica y desdeñar la ecuanimidad y el respeto a los intereses ciudadanos. No se puede -ni se debe- vivir de espaldas a la realidad.