No es, querida Laila, que la crisis económica azote y ponga en cuestión a la Unión Europea. No es eso, pues la UE nace precisamente como respuesta ética, social, económica y política a la crisis más seria y larga que los estados y los pueblos de Europa han sufrido en su historia y que se concretaron en las dos grandes guerras europeas del siglo XX, convertidas en conflagraciones mundiales. Lo que está poniendo en cuestión a la UE es el resultado de la aplicación de las doctrinas económicas neoliberales que, primero, provocan la gran crisis económica mundial y, luego, marcan la gestión de esa crisis. En ambos casos lo que se defiende son los intereses de los grandes mercaderes financieros, que se lucran siempre y tratan de imponerse a los poderes políticos democráticos, que ven muy seriamente mermada su capacidad para establecer y hacer efectivas las reglas más elementales de la convivencia y se rompe así la hegemonía de los valores éticos, políticos y sociales que son la razón de existir de las democracias modernas.

Las políticas neoliberales atentan contra el mismo ser de la UE y propician el resurgimiento de los peores fantasmas que asolaron Europa durante el pasado siglo. Hoy en Europa y tras las políticas de la mal llamada austeridad, crecen las fuerzas del odio, las fobias y los rechazos irracionales. Las posiciones más ultras florecen en toda Europa: Finlandia, Suecia, Dinamarca, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Holanda, Polonia, Grecia, Hungría, Suiza o Austria son suficientes muestras muy preocupantes. Estas fuerzas se declaran adictas a todas la fobias que son hijas y madres de todos los miedos y que fatalmente generan y se nutren de la violencia social y política. Son fuerzas que avanzan electoralmente y, de hecho, imponen ya muchos de sus criterios a partidos democráticos que se pliegan a las presiones electorales de la ultraderecha y toman decisiones institucionales marcadas por las fobias propias de estos partidos neofascistas en ascenso. Quizá la prueba más evidente de la eficacia de estas diabólicas presiones está en la canallesca respuesta que la UE está dando a los refugiados. Es la xenofobia ultra la que empuja a la UE a trasgredir sus propias normas y leyes y a romper con los valores constitutivos de la propia Unión. Como diría Brecht, hoy son los refugiados, ya están siendo los emigrantes, luego vendrán a por los homosexuales hasta que llamen a nuestra propia puerta y no sea el lechero. Avanzan los ultras que van imponiendo sus fobias y retroceden los demócratas que van cediendo y haciendo concesiones, hijas siempre del miedo, y esto parece la vieja y terrible historia de la llegada al poder de la brutalidad, que se repite. Incluso en España, donde por múltiples razones, las fuerzas ultras no cristalizan en partidos con posibilidades, las fobias y aversiones al otro o al diferente van tomando cuerpo y nos llevan a que un país, de emigrantes ayer y hoy y de refugiados en nuestro pasado reciente, hayamos dejado de ver los movimientos migratorios como una enorme posibilidad para los que emigran y para los que acogen y hayamos llegado a entender la emigración únicamente como un problema o un peligro, tal como la distorsión más ultra de la realidad nos empuja a creer. Eso explica las concertinas de Melilla, la exclusión de emigrantes de la sanidad pública y otras medidas de corte similar que hemos tolerado.

Como ves, querida, no escapamos los españoles a la fatídica influencia del neoliberalismo y de ese fantasma ultra que hoy recorre Europa, influencia que deberíamos tener muy en cuenta ahora, en que cada uno de nosotros va a tomar decisiones políticas libres en unas elecciones democráticas.

Un beso.

Andrés