Creo, querida Laila, que fue por los noventa cuando visitó Galicia una dirigente sindical marroquí, profesora, feminista que me pareció inteligente, culta y muy perspicaz. Visitaba Galicia por primera vez y cuando la despedí en el aeropuerto se mostró encantada del país, de su paisaje y, sobre todo, de su paisanaje pero me confesó haber observado algo, para ella, muy inquietante: "Aquí", dijo, "casi no hay niños y sí, en cambio, muchísimas personas mayores". No me dio tiempo a explicarle que somos un viejo país de viejos, que tardó en admitirlo oficialmente. Baste recordar cómo le contestó Manuel Fraga, con un chascarrillo un tanto machista, a Camilo Nogueira cuando éste planteó, creo que por primera vez en el Parlamento, el problema demográfico de Galicia. Es un problema de la vieja Europa, que como tantos otros problemas comunes, en Galicia se agrava y tiende a hacerse crónico e incurable. Esta es la Galicia que hoy reflexiona y mañana votará, a saber en qué parte y en qué medida, conforme a su avanzada edad y sabido es que en las personas mayores lo primero que flaquea es la memoria próxima, aunque se conserven los recuerdos más antiguos. Es muy posible, por tanto, que recordemos las hazañas de Breogán o la traslación del Apóstol, aunque nunca hubiesen existido, y nos olvidemos de los "hilillos de plastilina" del Prestige, de las listas de espera para operarnos el año pasado, de la expoliación de las Cajas de Ahorro o de la martingala para hacernos creer que el progreso y el empleo requieren que sigamos soportando el hedor de la ría de Pontevedra, sin ir más lejos. Como un clásico diría, el día de reflexión es para ejercitar las tres potencias del alma pero, si falla la memoria, se enturbia el entendimiento y se debilita la voluntad. Porque yo, querida, nunca me creí esa especie o coartada de nuestra necedad, que viene a decir que se puede ser inteligente y no tener memoria. Pues no es así. Es posible tener memoria y no ser muy inteligente, pero no se puede ser inteligente sin memoria. Y no sé yo, amiga mía, si la maldita o bendita hemeroteca servirá de algo a la fatigada memoria de los gallegos, que por muchos periódicos que haya en los bares, parece que no destacamos mucho por leer y, aunque leyésemos, la memoria mediática está demasiado mediatizada y escorada, con lo que es fácil deducir que flaco puede ser el recuerdo próximo del votante gallego y eso lo lleve a desoír a su himno patrio, dando de nuevo "a esquecemento da inxuria o rudo encono". Creo, por tanto, que lo que se juega en Galicia es saber si la desmemoria sigue teniendo mayoría absoluta o si, a pesar de nuestra longevidad, la mayoría logra evitar su decrepitud.

Además de flaquear la memoria más cercana, en los mayores se acorta el horizonte vital y la perspectiva de futuro, lo que hace que nos inquiete mucho el pan para hoy y nos pasemos por el forro el hambre que ese pan trae para un mañana que jamás veremos, algo que encaja perfectamente con las estrategias cortoplacistas de las políticas vigentes y predominantes durante estos últimos años. Cortoplacismo que trajo, es verdad, algún pan para aquellos años, pero también mucha hambre para estos. Y esto es lo que quieren que olvidemos, induciéndonos a una suerte de alzhéimer colectivo. También con la vejez decaen unas emociones y se avivan otras como el miedo o la inseguridad, por ejemplo, y por eso, en demasiados casos, se ha jugado con esto de forma infame y vil en las campañas electorales.

En todo caso, querida, los gallegos votaremos con nuestra memoria, nuestro entendimiento y nuestra voluntad tal como son. Así debe ser para que las cosas cambien aunque lleve su tiempo, y a seguir reflexionando. También en todo caso.

Un beso.

Andrés