Nuestro alcalde ha decretado unas "Navidades laicas", carentes de simbolismo, sin belenes municipales ni panxoliñas (villancicos) en esta época de fiestas entrañables, en las que al pueblo gallego, a los coruñeses, les atrae más lo misterioso, lo telúrico. Los latines del Adeste fidelis serán reemplazados por fogonazos del comistrajo populista, la iluminación callejera es de "solsticio" y, tal vez, a modo de chascarrillo lépero, nos ofrezcan algunas rimas pretenciosas, discordantes de los valores cristianos que definen a la civilización occidental y ha forjado nuestra sociedad. No se puede pasar a contrapelo de una conmemoración tan señalada, porque la historia comienza a deshacerse cuando se pretende sustituir por la memoria de conveniencia selectiva y sectaria. El alcalde de La Coruña, al emular a su colega madrileña, incide en el inevitable desliz derivado de un original que no era bueno y lo bueno, por lo visto, no era original. Ya no cuela invocar la ternura de los necesitados si se retacean las subvenciones a la Cocina Económica y a Cáritas, hechos que dejan al desnudo el catecismo populista. Lo notorio, en el campo de la beneficencia, es el incremento de la afluencia a los 33 centros parroquiales de Cáritas de personas, algunas hasta hace poco donantes, a quienes la angustiosa necesidad les lleva al drama de contemplar a la sociedad desde un mundo bien distinto al que hasta hace poco era su mundo. La palabra democracia es la panacea invocada por políticos que no vienen a transformar el mundo, sino a transformar su mundo, preocupados sobre todo de qué modo van a transformar su lugar en este mundo. La crisis actual trasciende el populismo rampante, esa pendiente por la que se despeñan todas las facilidades del espíritu. Es la contracultura.

Otrosidigo

El profesor Bermejo, catedrático de Historia antigua de la Universidade de Santiago, en uno de sus amenos y rigurosos artículos, dicen entre otras cosas: "El profesor Pablo Iglesias, demostrando que tendría que repetir la selectividad, cita la Ética de la razón pura, un libro inexistente de Kant, en un debate electoral. Ni él ni su contertulio Albert Rivera leyeron el libro de verdad, la Crítica de la razón pura. Y es que serían incapaces de entenderlo". Los políticos emergentes citados habían oído campanas.