No los oí porque no estuve allí, pero me imagino a centenares de personas, hombres y mujeres, cantando con lágrimas y rabia el "Santa Bárbara bendita, patrona de los mineros?" en la fría noche del pasado 30 de diciembre delante del ayuntamiento de Langreo y en los alrededor del pozo Maria Luisa, en Ciaño (Asturias), cuando se hizo oficial el cierre de una de las minas emblemáticas de la cuenca carbonífera asturiana. Me entero que esa canción, que yo tuve siempre como una de las más representativas del clamor popular republicano en nuestra guerra civil, tiene su origen justamente en la mina María Luisa, explotación que tras 158 años ahora cierra. Y llama la atención que el cantar proletario, de abierta inspiración anarco-sindicalista, no haga ascos al fundir lo religioso -la mención a Santa Bárbara, una virgen mártir cristiana del siglo III, como patrona de los mineros que manejan explosivos- con lo reivindicativo. Valdría decir que quizás a muchos mineros no les diría nada Santa Bárbara, cierto, pero el dato real, quiérase anecdótico, musical o espontáneo, es que la cultura de este país, como casi toda la europea, tiene una raíz cristiana indiscutible que es sectario tratar de borrar.