Habráse visto! Estamos ya casi a mediados del primer mes de 2017, cuando hace cuatro días que estábamos hablando del cambio de año y, hace dos, nos felicitábamos por aquellas doce uvas que dieron paso a este. La variable temporal, "t", continúa así su camino inexorable, que nos lleva al precipicio individual y a la evolución colectiva... Esto, la vida, sigue a un ritmo infernal, sin que nada ni nadie lo pare. Y, por el camino, algunos dejan de acompañarnos en este periplo. Sé que es ley de vida, claro... Pero no por ello hemos de aparcar la sensibilidad de darnos cuenta de ello...

Una de las últimas personas conocidas y reconocidas en el mundo entero en abandonar la nómina de los vivos ha sido Zygmunt Bauman. ¿Les suena? Filósofo y sociólogo polaco, judío y perseguido por ello en épocas horrorosas del pasado europeo, ha abanderado conceptos y visiones ciertamente originales en las últimas décadas. Y, personalmente, estoy de acuerdo con que su obra es indispensable para entender el devenir de la sociedad actual. Bauman ha sido una de las voces más críticas con la sociedad posmoderna, esa de la que hablamos ustedes y yo aquí tan a menudo, y a la que adjudicamos características relativas a la "cultura del envoltorio" o a la extrema ductilidad del concepto de verdad y mentira histórica, en una orwelliana vuelta de tuerca intrahistórica.

Si Bauman nos ha llamado la atención es, entre otros muchos, por su concepto de la "modernidad líquida". Una aproximación a la realidad en la que se fija en las características de los líquidos, respecto a las de los sólidos, para entender el camino emprendido por la sociedad en los últimos años. Antes, en la infancia de mis padres o incluso en la mía, los conceptos eran sólidos. Piedras angulares, muchas veces, que incluso asfixiaban a los individuos en su firmeza. Hoy muchas de esas lógicas han evolucionado hacia lo líquido, en una evolución positiva en tanto su aplicación a la preservación de los derechos individuales de las personas. Pero a costa de una enorme indiferencia e indefinición entre todos nosotros. Y en esa característica de ser líquido es en la que se ha fijado Bauman, y nos ha hablado de ella. Ya saben, los líquidos relacionan sus moléculas por fuerzas de Van der Waals, mucho más tenues que las de los sólidos, empeñados en la firmeza de sus enlaces metálico, iónico o covalente. Los líquidos tienen volumen constante -al contrario que los gases-, pero forma variable, y se adaptan a los tiempos y las situaciones cambiantes de forma increíble. Antes todo era sólido -la familia, las instituciones, la sociedad, los referentes...-. Hoy todo es líquido, y la modernidad toma consistencia de fluido en esta nueva etapa de la Historia.

No es sólido absolutamente nada. ¿Empleo para toda la vida? ¿Familia unida e indestructible? ¿Estado y sus instituciones? ¿Compromiso social? Todo se desmorona hoy exactamente igual que las moléculas del agua que, en cascada, buscan adaptarse al nuevo recipiente cuando se vierten desde una jarra. Es una etapa diferente, en que casi nada de lo de antes tiene sentido. Y donde el elemento tecnológico ha querido erigirse como una especie de panacea en la que Bauman nunca confió demasiado. Y es que ese elemento, de alguna forma, está configurándose como altamente disruptivo en las relaciones humanas. No en vano, Bauman habla explícitamente de la fragilidad actual de tales vínculos humanos, en el concepto que él acuñó, coherentemente con su discurso, como "amor líquido".

Premio Príncipe de Asturias 2010 de Comunicación y Humanidades, Bauman fue referente de movimientos políticos alternativos en el mundo entero, como el 15-M español. Pero, al igual que en otros casos, la relación de Bauman con ellos tuvo altibajos: no solo había un interés común en ciertos temas, o un apoyo explícito a cierto tipo de experiencias asamblearias, sino también una denuncia expresa de sus incoherencias o la advertencia sobre su escasa capacidad para incardinar un verdadero proyecto de cambio.

Pues sí, amigos y amigas. Bauman se nos ha ido, con 91 añitos a sus espaldas y una vida nada exenta de dificultades y complicaciones. Pero ¿saben? Su excelente obra permanece. Y la lectura sosegada de sus deliciosos párrafos, el cotejar lo que ellos destilan con la esencia de otros textos y otros autores, y la extracción del valor de su contribución a una sociedad necesitada de una reflexión ideológica firme en medio de lo líquido del momento, es tarea de todos. Un reto individual y colectivo, desde un punto de vista complejo y complejizante, que puede ayudarnos a salir del continuo badén conceptual, deslizante, en que se ha convertido la comunicación y la reflexión sobre lo de todos, en estos primeros años del siglo XXI.